Reynosa, Tam.- Los gritos de una madre sollozando junto con un hermano, su pareja y varios amigos del muchacho de 16 años se perdían en la ribera del río Bravo y Chino no aparecía.
La noche caía, pero no el ánimo de encontrarlo. “Dios quiera que esté vivo… Dios quiera”, decía la mujer entre su llanto.
Carlos Enrique Arellano, de 16 años, estudiante de secundaria que estaba suspendido, acudió ayer con su tío Arturo Arellano Cortez, algunos de sus primos y unos amigos de su barrio, la colonia Balcones de Alcalá a la Playita del río Bravo, a pasar la tarde.
La idea era asar unos elotes, tomarse unos refrescos y pasar una tarde agradable entre familia y amigos. El tío Arturo les había dicho a sus dos hijos e hija, al igual que a Carlos Enrique ´El Chino´ que no se podían meter al río; ni a la orillita.
Sin embargo El Chino insistió en que solo iba a remojarse para quitarse lo acalorado.
Sin embargo, de repente, Carlos Enrique se internó más adentro del río, mientras sus primos y su tío platicaban alrededor de la fogata donde asaban los elotes.
Eran alrededor de las 17:20 horas cuando El Chino lanzó un grito desesperado, pues las traicioneras aguas del río Bravo lo jalaban, se lo llevaban hacia una zona más profunda de la cual pudo salir en un principio, solo para lanzar un grito desesperado.
Entonces su tío Arturo se lanzó a buscarlo aguas adentro pero ya no lo vio, si acaso observó algunas burbujas, pero aunque se sumergió en el agua ya no lo encontró.
Las corrientes bajas del río amagaban también con llevarse al tío, por lo que regresó a la orilla para esperar a ver si milagrosamente su sobrino salía con vida de aquel trance, pero no, no se le vio más.
Y como las tragedias llegan de inmediato a casa, en cuestión de minutos Iris Arellano Cortez, madre del joven desaparecido ya estaba ahí, orando, implorando en la ribera del río que su hijo apareciera con vida.
“Chinooo…. Chino… papi; quiero que aparezca mi Chino, por favor Dios, papi, quiero a mi niño. Chinoooo…”.
Luego a iris se le unió su pareja, César, padrastro del joven y otros amigos del barrio que llegaron al lugar. Todos lanzaban sus gritos rumbo al Bravo, pero el Chino no aparecía.
Carlos, el padre de ´El Chino´ también llegó al sitio y se sumó a la búsqueda.
Iris Arellano Cortez, la madre de Carlos Enrique estaba desesperada y mientras llegaban los rescatistas hizo una mano cadena junto con su pareja, Carlos, su hermano Arturo, otra mujer de la familia y su ex esposo, y desafiando al peligro comenzaron a caminar río adentro, por la orilla en busca del joven.
La tarde se iba, la búsqueda continuaba. Los familiares del ´Chino´ se abrazaban llorando.
Al caer la noche, la madre de el Chino y sus familiares encendieron una vela y la colocaron en un recipiente de plástico y la colocaron cerca del sitio donde el adolescente desapareció, pues existe la creencia de que la vasija se desplaza al sitio donde puede estar el cuerpo; la señal es el sitio donde se apaga la veladora.
Sin embargo la primer veladora que encendieron se apagó de inmediato, casi en la orilla; la segunda avanzó unos 10 metros y se apagó, la tercera se desplazó unos 20 metros y también se extinguió, pero no, el cuerpo no estaba allí.
La madre del chino susurraba luego su nombre y le pedía a Dios hallarlo. “Dios, ayúdame, ayudando… que aparezca. Todos hacían oración.
Simultáneamente los elementos del cuerpo de rescate acuático de Protección Civil realizaban también su búsqueda, pero sin éxito.
Los familiares de El Chino y los rescatistas no se daban por vencidos, pero ante la oscuridad y la falta de equipo de los elementos de Protección Civil dificultaban la labor.
Los reporteros que acudieron a cubrir la búsqueda colocaron sus vehículos en dirección al río y encendieron sus faros, y minutos después conductores de camionetas 4×4 que pasaban por el sitio se sumaron a alumbrar el área con sus “luces frías”, pero el cuerpo no se divisaba.
Cerca de la medianoche los familiares y amigos de “El Chino” seguían recorriendo la ribera del río y gritaban su nombre, esperando un milagro.
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