Guanajuato, Gto. / Abril 17.-
La voz de Daniel Vargas se escucha cansada al otro lado de la línea telefónica. Han pasado tres semanas desde que su hijo, un nieto y dos sobrinos fueron obligados a bajarse del camión en el que viajaban con destino a Matamoros, por un grupo de civiles armados en las afueras del poblado de San Fernando, en Tamaulipas.
“Aquí en Valenciana Yóspiro todos los jóvenes se van a Estados Unidos para mantener a sus familias. Por favor escriba lo que voy a decirle: dígale al gobierno que por favor abra fuentes de trabajo en la localidad, para que ya no sigan yéndose”, pidió.
Vargas es el delegado de la comunidad, que cuenta con unos 400 habitantes y vive del cultivo de sorgo y maíz en época de lluvias. La falta de oportunidades a las que Vargas hace referencia convirtió a la entidad en la principal expulsora de migrantes, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), con 118 mil entre 2005 y 2010.
Guanajuato es, de acuerdo con cifras de la secretaría estatal de Desarrollo Económico, la sexta economía nacional, pero 44% de sus 4.8 millones de habitantes viven en pobreza de extrema a moderada, dice la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH-2008).
La pujanza del corredor industrial, que conforman los municipios de Celaya, Irapuato y León, influyó para que en 2009, el estado registrara una tasa de desempleo por debajo de la media nacional, con 5.8%.
En contraste, la política que apostó las últimas tres décadas al crecimiento de la industria produjo el “severo” empobrecimiento de las zonas rurales, en donde recrudecen fenómenos como migración y suicidio.
Hace 40 años, Guanajuato era considerado el granero de México, dice el investigador de la Universidad de Guanajuato, Luis Miguel Rionda.
Los tratados comerciales firmados por México dio inicio al colapso rural a mediados de la década de los 80, hasta dejar la producción de granos en manos de unos cuantos potentados.
“La producción del Bajío no está en manos de campesinos sino de grandes agricultores que son intermediarios de las grandes empresas internacionales, y ellos son los que ganan (dinero). Es cierto que el Bajío atraviesa por un gran florecimiento, pero no beneficia a los pobladores del estado”, explica.
Lo dicho por el investigador tiene respaldo en indicadores del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, que en 2007 ubicó a Guanajuato entre las once entidades menos desarrolladas del país.
Esa es la condición de Valenciana Yóspiro y el resto de las comunidades rurales de las cuales emigraron al menos 60 jóvenes, agricultores la mayoría, cuyo paradero se desconoce desde que fueron bajados de autobuses en San Fernando, donde las autoridades localizaron un cementerio clandestino con al menos 160 cadáveres.
La noticia del hallazgo se difundió el miércoles 5 de abril, y en cuatro días el gobierno de Guanajuato instruyó al procurador y al secretario de Desarrollo Social la atención del caso.
Los primeros no sólo levantaron declaraciones ministeriales y tomaron muestras de ADN, sino que ordenaron a buena parte de las familias a guardar silencio. Los funcionarios de la segunda dependencia iniciaron un censo socioeconómico para afiliarlos al Seguro Popular y otros programas sociales.
Hace un año, la entidad tenía afiliadas al Seguro Popular a 631 mil familias, algo así como tres millones de personas, más de la mitad de la población, lo cual para algunos políticos, como el diputado Carlos Chacón, revela la condición de “un estado muy pobre”.
La marginación, en año y medio, se redujo un poco. Pero, de acuerdo con Saúl Arellano, director de investigación del Centro de Estudios e Investigación en Desarrollo y Asistencia Social (Ceidas), la situación crítica de la entidad no se modifica para bien, sino todo lo contrario.
Saúl Arellano, director de investigación del Centro de Estudios e Investigación en Desarrollo y Asistencia Social (Ceidas) dice:
“Guanajuato sigue teniendo indicadores muy bajos: en educación es uno de los cinco estados con mayor rezago; en pobreza —aún cuando la nueva medición de la pobreza se dará a conocer en julio— los indicadores de desempleo permiten medir de manera indirecta que lejos de haber recuperación, Guanajuato será uno de los estados en los que menos se redujo la pobreza entre 2008 y 2010. Habrá que esperar los datos oficiales, pero todo apunta a que en pobreza ni en educación hay avances sustantivos”.
En 2008, Arellano, originario de la entidad, publicó en el diario local Correo 46 ensayos en los que analizó, un municipio a la vez, sus condiciones de pobreza, marginación y desarrollo humano. Decidió llamar a la serie Viaje al centro de la desigualdad. Dotado de números inobjetables sobre la precariedad en todos ellos, Arellano concluyó la más completa radiografía de Guanajuato publicada hasta hoy.
“Lo increíble del caso es que si los indicadores del Censo ya están ahí, ni el gobierno del estado ni los municipales se han dado a la tarea de actualizar sus planes y programas de gobierno; eso no puede llamarse sino negligencia o en el peor de los casos, ignorancia de para qué sirve la información”, dice.
La pobreza y falta de oportunidades influye de manera directa en los índices migratorios registrados sobre todo los últimos cinco años. El único declive en esa fuga masiva de población joven, afirma Arellano, ha sido por cuestiones ajenas a las políticas de gobierno, como la crisis en Estados Unidos y a la condición miserable de los potenciales migrantes. “A los más pobres ya no les alcanza ni para migrar –dice. Y quienes se van son los mejor formados y con recursos para pagar el viaje”.
Para el investigador, la migración es la consecuencia dramática del desamparo oficial.
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