México, D.F. / Septiembre 12.-
Con una muy buena entrada en la pista chica del Circo Volador, miembros originales de los grupos que participaron en el mítico Festival de Rock y Ruedas de Valle de Bravo deleitaron a la concurrencia por casi cuatro horas de rock y blues, demostrando que todavía sacan chispas, en un evento organizado por Armando Molina, en que se recordó a los músicos muertos y se homenajeó a los vivos de aquel 11 de septiembre de 1971.
Miguel Morales, de La Tinta Blanca, arrancó el concierto con su grupo Brontosaurio, seguido del grupo Rigel, que recordó rolas de los Dug Dugs, La División del Norte y El Amor.
Después Ernesto de León demostró que sigue siendo un maestro en eso del blues. Con una buena dinámica que sólo se permitió, entre grupo y grupo muy poco espacio de tiempo, donde salieron a relucir muchas anécdotas del festival, le tocó el turno a La Máquina del Sonido, de Molina, que contó con los servicios de uno de los mejores guitarristas de México: Jesús Corona y un sensacional relevo generacional en la bataca, del original Bozzo Ochoa y su hijo.
Antes de que se pasara en una gran pantalla un DVD del homenaje a los que ya murieron, que estuvieron en el Festival, Armando Molina se quejó, con razón, de los oportunistas de ocasión como Jaime Almeida que, en su ansía de protagonismo dijo: “Ahora anda diciendo que fue también organizador de Avándaro, cuando todo mundo sabe que sólo hacia los boletines de prensa y ni conocía a los grupos. Si a él le hubiera encargado Luis de Llano organizar la noche mexicana en que luego se convirtió el festival, hubiera escogido a Angélica María y a César Costa”.
Los dos momentos culminantes de la noche, sin que desmereciera la actuación del Three Souls (con Charlie Haupvoguel) fueron el derroche de talento blusístico a cargo de Maricela Durazo, Jorge Alarcón, Mario Ontiveros (El Cuñado), originales de Tequila, apoyados en la guitarra por Marco Hernández (El Tractor) y Fernando Bahauks (en la batería), y la entrega de reconocimientos por su actuación en el festival a Gregorio Popo Días , de el Epílogo; Carlos Baca y el aplauso de la noche que se llevó El Bozzo Ochoa. Lo más increíble del recuento de los (da)años de Avándaro es que no se haya reparado en la famosa “mentada de madre” de Ricardo Ocha, cuando tocaron “We got the power”, que fue la rola más prendida, aunque estaba en inglés. En ese momento relata Ocha, ex Peace and Love y Náhuatl “alguien ondeó una bandera mexicana con el símbolo de paz y amor en el centro. Ahí, instintivamente, entre lo prendido de la gente y lo pasional del momento grité: “Chinge a su madre el que no cante” y todos cantaron”. La desgracia, ya se sabe, vino después de que fuera cortada la transmisión de radio, como las interpretaciones del gobierno y algunos medios, que terminaron en la mayor castigada (casi 15 años) que tuvo el rock mexicano, que fue relegado a los hoyos fonquis.
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