San José, Costa Rica.-
A diferencia de la aguda crisis que sacudió a Centroamérica en el siglo XX con dictaduras militares sostenidas por oligarquías dueñas del poder, actualmente la tolerancia política es una realidad en la zona al cumplirse hoy 30 años de la firma del pacto de paz que llevó al fin —en 1990 en Nicaragua, en 1992 en El Salvador y en 1996 en Guatemala— de las guerras civiles que también impactaron en Honduras y Costa Rica.
El Acuerdo de Esquipulas II, suscrito en Guatemala por los presidentes de turno de los cinco países, desmontó los conflictos bélicos azuzados por añejas pugnas socioeconómicas y políticas y como escenarios del choque comunismo—anticomunismo, con Estados Unidos, Cuba y la ahora desintegrada Unión Soviética en el trasfondo. Pero tres décadas después, la miseria es la mayor deuda del istmo y ahora agravada por una violencia sin freno.
La pobreza, que azota a más de la mitad de los casi 43 millones de centroamericanos, y la inseguridad, alimentada por la penetración del crimen organizado, atizan la migración irregular en particular en Guatemala, El Salvador y Honduras.
“Esquipulas II fue exitoso. No hay guerra en ningún país centroamericano. La meta quedó saldada”, dijo el guatemalteco Sandino Asturias, coordinador del Centro de Estudios de Guatemala.
“¿Pero qué pasó en 30 años para tener el fracaso de hoy? Se empujó un modelo económico neoliberal que beneficia a una élite y perjudica a la mayoría. Somos países profundamente desiguales, conflictivos e instituciones débiles. Hoy cosechamos el fracaso neoliberal, no el de Esquipulas. Por eso tenemos los países que tenemos”, recalcó, en entrevista con EL UNIVERSAL.
La violencia permanece. Centroamérica fue designada en 2009 por la Organización de Naciones Unidas como la zona sin guerra más violenta del orbe. Un informe del estatal Comisionado de los Derechos Humanos de Honduras (CONADEH), remitido ayer a este diario, reveló que “el empleo abusivo” de armas de fuego en ese país causó 13 muertes diarias o una cada 115 minutos de 2007 a 2016. En esa nación hubo 16 mil 234 homicidios de 2014 a 2016 o 14.8 diarios, de acuerdo con cifras del Observatorio de la Violencia de la estatal Universidad Nacional Autónoma de Honduras.
“El Estado de derecho es inconcebible sin respeto irrestricto de los derechos humanos”, alertó Roberto Herrera, cabeza del CONADEH.
El Instituto de Medicina Legal de El Salvador, un país cuya guerra civil (de 1980 a 1992) dejó entre 75 mil y 80 mil muertos, ha sumado 20 mil 861 asesinatos de 2012 a 2016, un promedio de 11.5 al día. La migración irregular, que azotó al istmo durante las guerras con miles de refugiados centroamericanos en México y otros países, persiste por la violencia y la crisis económica.
Guatemala, que en diciembre de 2016 festejó 20 años del fin de una guerra que, de 1960 a 1996, dejó más de 200 mil muertos y desaparecidos, sufre una mortal violencia en la que, como Honduras y El Salvador, inciden las maras o pandillas y el crimen organizado. El Instituto de Ciencias Forenses de ese país reportó 17 mil 101 homicidios de 2014 a 2016, un promedio de 15.5 por día.
Pese a que Nicaragua es el país menos violento de la zona, la deuda social está en rojo luego de dos guerras —de inicios de la década de 1970 a 1979 y de principios del decenio de 1980 a 1990— con más de 50 mil muertos, mientras la democracia trastabilla con un régimen gobernante que niega ser dinástico.
Y aunque exhibe la mayor estabilidad política y económica regional, Costa Rica no es ajena a los problemas de sus vecinos y padece por narcotráfico e inseguridad.