Cd. de México.-
Venezolanos con la patología se apoyan de familiares que emigraron para poder cubrir el tratamiento. Cerca de 11 mil dólares es lo que se necesita para poder ganarle la batalla a la enfermedad.
Septiembre de 2017 fue un mes duro para Grecia Solis. En una consulta de rutina, y con los resultados de sus exámenes en la mano, el doctor dio su diagnóstico: un cáncer en su seno izquierdo tenía que ser atendido de inmediato. En cuestión de segundos vio pasar toda su vida. Más allá de la enfermedad, su mayor preocupación era el no poder tener acceso al tratamiento. Los casos de pacientes con este mismo padecimiento cercanos a su entorno no eran nada alentadores.
“Cuando me dieron la noticia supe que lo que me venía no era fácil. La falta de medicamentos en las farmacias y lo costoso del tratamiento complicaba aún más la enfermedad, y es peor si no se tiene dinero”, contó Solis.
Aun con unos ingresos de 200 mil bolívares, cinco veces el salario mínimo venezolano, que es de 40 mil bolívares (1.84 de dólar al cambio del 30 de septiembre), a Solis se le hacía imposible cubrir los costos de la enfermedad.
El viacrucis de esta señora de 49 años de edad inició en los hospitales públicos: debía realizarse varios exámenes de sangre, una radiografía, eco mamario, placa de tórax y una biopsia. Para ninguno de estos requerimientos había material ni reactivos en los centros hospitalarios que visitó, por lo menos no hasta nuevo aviso.
“El cáncer no espera”. Sabiendo esto, Solis tocó la puerta de sus familiares que viven en Ecuador. Contarles sobre su condición de salud era la esperanza más cercana para recibir una ayuda que le permitiera iniciar su tratamiento.
El médico oncológo Joel Pantoja confirmó que el stock de insumos médicos en los hospitales es inexistente, la alta demanda de enfermos oncológicos que llegan a los únicos cuatro centro de atención de pacientes con cáncer en Caracas, padecen la falta de dotación de los centros hospitalarios por parte del Estado.
De acuerdo al estudio de la Sociedad Anticancerosa de Venezuela (SAV), publicado en junio de 2018, en 2017 se registraron 52 mil 855 nuevos casos en el país, y unos 26 mil 510 decesos a causa de la enfermedad, que representa un incremento de 15% en comparación al año 2013.
“Los exámenes de laboratorio, la compra de insumos medico-quirúrgicos necesarios para el inicio del tratamiento, salen del bolsillo de los pacientes. Los estudios más especializados son en particulares, las instituciones públicas no pueden ofrecer el servicio”, señaló el galeno.
Solis se realizó sus exámenes en una clínica privada, todos los pagaron entre ella, su esposo y familiares. El siguiente paso era realizarse la intervención quirúrgica de manera gratuita, pero no tuvo la suerte de lograrlo. Le tocó acudir a un centro de salud particular en Caracas. Su operación, en mayo de 2018, salió en 500 dólares americanos. Este sería el primer desembolso en moneda extranjera que realizaría a lo largo de su tratamiento.
Luego de pasar por el quirófano, lo que seguía era comenzar con ocho ciclos de quimioterapia. En la Farmacia de Medicamentos de Alto Costo del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS) -el único sistema de salud pública que garantiza el acceso a este tipo de tratamientos- no los encontró. Su nombre quedó registrado en una larga lista de espera.
Desde Ecuador, su familia reunió el dinero para enviarle cuatro ciclos de la quimioterapia, con precios que oscilan entre los 540 y 650 dólares cada uno. Iniciado su tratamiento, y durante este proceso, “el milagro ocurrió”: una donación al IVSS permitió que Solis recibiera sin costo alguno la otra mitad de su terapia, la cual culminó en diciembre de 2018.
“Mi temor es que la enfermedad vuelva a aparecer”
Pese haber concluido sus ciclos de quimioterapia, y sin rastros aparentes de cáncer en su cuerpo, a Solis aún le falta un paso para completar el protocolo. Desde enero de 2019, tenía que haber iniciado con las radioterapias, pero no lo ha hecho por razones económicas.
En las pocas clínicas privadas en Caracas que cuentan con el tratamiento, su costo es de 5 mil dólares. En hospitales públicos no lo hay.
“Esta vez mi familia en Ecuador no cuenta con esa alta suma de dinero. He tocado las puertas de todas las instituciones públicas en Venezuela y no tengo suerte. Mi temor es que la enfermedad vuelva a aparecer”, dijo Solis en medio de llantos.
Trimestralmente Solis debe realizarse varios estudios médicos de control que le cuestan cerca de 100 dólares. Acudir a las consultas médicas de manera mensual le representa un gasto de 91 mil bolívares (más de dos salarios mínimos). A la lista de gastos se le suma 400 mil bolívares por cada caja de Tamoxifeno, pastillas que debe tomar por 10 años.
“Yo ya me deshice de mis ahorros, de prendas de oro y electrodomésticos para poder costear el tratamiento”, dijo Solis.
“El tener a mis hijos fuera del país me ayudó a salvar mi vida”
Al igual que Solis, Melany Manrique, paciente oncológica desde finales de 2016, sintió temor al enterarse de que tenía cáncer. Estaba dispuesta a luchar con su padecimiento, pero su gran preocupación era cómo acceder al tratamiento. “Sabía por las noticias y por allegados que medicinas para pacientes oncológicos en Venezuela no hay”.
“Me negaba a aceptar que tenía cáncer. Viví momentos de terror al pensar que, o por no contar con el dinero o por no haber material ni reactivos en los hospitales, no tendría la posibilidad de ni siquiera realizarme un examen”, relató.
Manrique pudo iniciar con la quimioterapia hasta agosto de 2018. Entre su hija que reside en Colombia y su otro hijo que vive en Perú, pagaron 650 dólares por cada uno de los ocho ciclos requeridos, comprados todos en el exterior y enviados a Venezuela por correspondencia.
Culminada su terapia en enero de 2019, el siguiente paso era operarse. En un hospital público le exigieron la compra de todos los insumos médicos para realizar el procedimiento quirúrgico. Llegado el momento le indicaron que los quirófanos no estaban en condiciones. Recurrió a una clínica privada que, aun usando el material operatorio que ya había comprado, le cobraron 700 dólares.
“Yo sé que tuve una oportunidad que no todos tienen. El tener a mis hijos fuera del país me ayudó a salvar mi vida, porque en los hospitales no hay nada”, reflexionó esta mujer de 47 años de edad.
Manrique está a la espera de la inmunohistoquímica (una prueba de control) que tiene un costo de 180 dólares, y de iniciar la radioterapia que está presupuestada en 5 mil dólares. “Ya mis hijos y yo nos quedamos sin dinero. No tengo cómo hacérmelas”, reconoció.
A la fecha la señora Manrique junto a su familia ha gastado cerca de 6 mil dólares en la atención de la enfermedad que, de poderse realizar la radioterapia, ascendería a las 11 mil dólares.
La suerte no es igual para todos
De manera tardía, la señora Maribel Zambrano, de 55 años de edad, fue diagnosticada a principios de 2019 con un cáncer de mama en su seno derecho. El tumor ya estaba avanzado.
Proveniente del interior de Venezuela, del estado andino Trujillo, buscó los recursos para trasladarse a Caracas. Fuera de la capital venezolana el acceso al tratamiento es casi imposible (aún peor) y las posibilidades de sobrevivir a la enfermedad son casi nulas.
Sus ingresos mensuales no superan el salario mínimo. Maribel no cuenta con los recursos para pagar exámenes médicos en clínicas privadas ni tiene familiares en el exterior que la puedan ayudar. Depende al 100% del precario sistema de salud que le ofrece el Estado venezolano y de las donaciones que vaya consiguiendo en el camino.
A la fecha lleva tres quimioterapias, las únicas gratuitas que consiguió en las instituciones sanitarias de su país.
“A mí todo me lo han regalado, desde soluciones hasta inyectadoras. Ahora no sé si correré con la suerte de recibir mi cuarta quimioterapia, pues esta vez no tengo los implementos que me exigen en el hospital, y ellos no lo tienen”, dijo preocupada.
En medio de su angustia, la señora Maribel no pierde la fe y no deja de agradecer: “Esta enfermedad (el cáncer) en Venezuela no es para pobres. Lo que vivo es una guerra pero Dios ha metido su mano para darme fuerza y seguir luchando por mi vida”.