Monterrey, Nuevo León.-
La Campana, un barrio bravo de origen popular al sur de Monterrey, vio nacer a uno de los personajes más representativos de la música regiomontana, Celso Piña. Ahí pasó su niñez y aunque posteriormente habitó en la afamada colonia Independencia, otro asentamiento popular en las faldas de la loma que divide el municipio más rico de México y la capital de Nuevo León, fue en el barrio de La Boquilla donde Celso comenzó a escribir su historia.
Fue el 6 de abril de 1953 cuando los caminos de aquel cerro empedrado, carente de servicios y conflictivo por naturaleza, vio cómo la familia Piña Arvizu recibió con gran alegría a su primer hijo Celso Piña, quien después de andar por el duro camino del trabajo, encontraría su refugio en la música colombiana.
Influenciado por Alfredo Gutiérrez y Lisandro Meza, otros grandes del género vallenato de Colombia, Celso Piña tomó el gusto por el acordeón, el cual aprendió a tocar de manera autodidacta, por eso el mote de “El Rebelde del Acordeón”.
Fue su padre Issac Piña quien a base de esfuerzo y sacrificio le compró un acordeón de teclas a Celso, quien no reparó en decirle que ese instrumento sonaba algo extraño, comparado con el de su ídolo Alfredo Gutiérrez.
Fue entoces que don Issac le aconsejó vender el aparato de teclas y juntar más dinero para después adquirir el de botones, pues era más costosa.
Así comenzó su historia para después formar parte de una agrupación de música tropical que no duró mucho tiempo. Posteriormente, con el apoyo de sus hermanos, formó la Ronda Bogotá para exponer el género de la cumbia colombiana, que apenas comenzaba a sonar por los barrios regiomontanos.
Fue de esa agrupación de donde salió “Paco” Silva para formar la Tropa Colombiana, pues estaban en desacuerdo que poco a poco el nombre de Celso Piña comenzaba a tomar poder sobre el de la Ronda Bogotá.
El Rebelde del Acordeón influenció además a otros artistas como Tony y Cano de El Gran Silencio, y un sin fin de agrupaciones que hoy por hoy sobresalen en ese género gracias a la incursión de Celso Piña.
Fue después de la colaboración con diversos artistas del rock, ska y otros géneros a través de su disco “Barrio Bravo”, con el que Celso Piña se catapultó a nivel internacional y que le abrieron las puertas en macro festivales de rock, como el Vive Latino, y otros más que se llevan a cabo en el territorio mexicano.
De esa discografía las canciones más donadas fueron “Cumbia Poder”, “Cumbia Sobre el Río” y otras más en colaboración con El Gran Silencio, Pato Machete, Blanquito Man, Sonidero y la Maldita Vecindad, por mencionar a algunos.
Pero sin duda uno de los momentos que pasaron a la historia fue cuando el oriundo de La Campana hizo bailar cumbia colombiana al escritor y periodista Gabriel García Márquez, de quien tomó varias historias como Crónica de una muerte anunciada y Cien años de soledad para hacerlas canciones.
Después de la colaboración que tuvo con diversos artistas con Barrio Bravo su música creció exponencialmente, el género colombiano comenzó a ser aceptado en otros grupos sociales y además le abrió las puertas en países como Alemania, Inglaterra, Italia, Francia, Holanda y escenarios como el Auditorio Nacional, que para él fue un gran logro por el tipo de música que exponía, sobre todo cuando recordaba cómo en un principio de su carrera los empresarios le cerraron las puertas en varias ocasiones.