Cancún, Q.R. / Marzo 8
La mediocridad es amarilla, pregúntenle al Atlante, al San Luis, Pachuca, Morelia y todo equipo que en su camino se tope con el América, un grupo de tipos disfrazados de futbolistas que viven como millonarios y arrastran el orgullo de una institución que alguna vez fue altiva. Por eso el Potro este domingo los vapuleó 3-1 y bien pudo ser por más.
Porque Atlante no tuvo problemas para imponer jerarquía. Vaya, América no aprovecha ni un autogol que lo lance en ventaja, como fue el de Carevic.
No, estas aves, a las que pomposamente llaman Águilas no funciona.
¿Sven Göran Eriksson de verdad habrá hecho bien su trabajo? ¿Habrá visto a los hombres que tiene programados para jugar ante Bolivia? Sí, a Valenzuela, Rojas y Ochoa.
Todo América palidece. No es sorpresa. Es el mismo sin espíritu que dirigió Brailovsky, el rompecabezas que volvió loco a Romano, el desvergonzado que dirigió Ramón “El Pelado” Díaz, el imposible para Jesús Ramírez.
Hay que ver su zaga. Una pena cuando le toca marcar a Valenzuela, propenso al túnel, lento en la recuperación, nulo en las coberturas.
Ni qué decir de Castillo, una revolución inútil de velocidad. Incapaz de meter un centro, incapaz de la marca correcta. Y Fernando Ortiz, muy bueno como espectador de Rafael Márquez y Luis Gabriel Rey. Sin olvidarse de Armando Sánchez. Todos son uno, uno que no marca, que fallan y fallan.
Por eso Atlante lució imponente, porque en el medio campo encontró avenidas. Dónde está aquel Pável Pardo del Stuttgart.
Y de los castigos a los que se hicieran expulsar de manera tonta, seguro fue un cuento de Michel Bauer y compañía, un cuento del que Vera, expulsado otra vez, se ha de reír y mucho.
Atlante sólo tuvo que esperar para dar la vuelta. Vaya, si no hay un rival que se oponga, dónde está la complejidad. Luis Gabriel Rey empató y antes de ir al descanso Rafael Márquez tenía resuelto el asunto.
Y si medio torneo no ha podido componer en algo a los de las plumas, menos 15 minutos de descanso.
Ahí en el ataque sólo Cabañas intenta. Porque De Pinho es demasiado gris y Jean Beausejour intenta todo por su banda y se enoja cuando lo sacan.
De Esqueda ni más que hablar. Una gran estrella de los entrenamientos, pero un fracaso en cada juego.
Por eso el 3-1 de Christian Bermúdez, que se quedó corto porque Atlante tuvo piedad de un equipo que en otros tiempo daba grandes batallas, que se presumía grande e imponía temor antes de la risa que da en el presente cada que salta al campo. Hoy la playera amarilla está devaluada. Sin autoridad en el Azteca, sin respeto fuera de la capital.
Atlante lo aprovechó para sumar, como antes lo hicieron otros, en un duelo que deja de ser noticia conforme pasan las jornadas y es que pierda el América ya no es noticia.
Por el contrario, la mediocridad es amarilla, pregúntenle al Atlante, San Luis, Pachuca, Morelia y todo equipo que en su camino se topa al América, un grupo de tipos disfrazados de futbolistas que viven como millonarios y arrastran el orgullo de una institución que alguna vez fue altiva.
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