Con frecuencia inusitada, vemos notas del gobernador de Veracruz -cuyo nombre no recuerdo por su nulidad-, en actividades francamente políticas. Recientemente abrió una casa del veracruzano en Reynosa.
Nada tengo contra los veracruzanos o contra otro algún connacional que la necesidad y el hambre los lleve a buscar nuevos horizontes. Yo fui uno de ellos y encontré en Reynosa no solo un hogar, sino bienes y el afecto de amigos, personas plurales de pensamiento.
Más esa repetición en los medios de la apertura de casa del Veracruzano me molesta. No tengo idea de por qué los residentes de aquel estado no le han reclamado al gobernador de su osadía.
Vergüenza debiera tener, el gobernador referido, de que sus coterráneos busquen en otros lares lo que en su tierra no encuentran.
Abrir una casa del veracruzano en territorio hermano no es como para vanagloriarse públicamente. Si, la abrió, pero en un estado que no es el suyo; no entiendo, por qué un estado tan rico como Veracruz no tenga empleos.
Los veracruzanos actuales -como lo hicieron otros hace muchos años-, formaron y forman parte del progreso citadino y se asimilaron a la sociedad de Reynosa; entonces no veo por qué esta nueva ola de migrantes no lo puedan realizar.
Hay que recordar que Tamaulipas tiene su dirigente, el gobernador Eugenio Hernández Flores, y a nadie le gustan las intromisiones en sus respectivos gobiernos. Si las cosas fueran a la inversa seguramente no le gustaría al gobernador veracruzano, por ello la mesura es necesaria pues cada quien en su afán y cada afán en su lugar.
Que el gobernador de Veracruz se vaya a hacer política a su estado, que cree las fuentes de trabajo que necesita su gente y no las busque en otros lugares.
Tengo muchos amigos veracruzanos, amigos verdaderos, pero quiero decirle al señor de Veracruz que haga lo que guste… pero en su casa, no en la ajena.
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