“¡No papá, no te vayas, no nos dejes!”, gritaban desesperados varios niños, no supe si eran dos o tres.
Eran las 9:30 de la noche, acostábamos a nuestros hijos en una recámara situada en la planta alta, que daba hacia la parte trasera de otra casa.
Ya saben, en las casas de Infonavit pocas cosas son un secreto y no porque quieras enterarte, sino porque las viviendas están tan juntas que casi eres familia de tu vecino.
La discusión subió de tono y los gritos se escuchaban más fuerte, ya estaban afuera, los niños lloraban, gritaban y la mujer le decía a su esposo que entraran para hablar, pero el hombre se resistía.
“¡No papá!,¡te va a hablar!”, decía un niño intentando convencer a su desconsiderado padre de que dialogara con su mamá, aunque el pequeño ni siquiera entendía que estaba sucediendo.
Mis hijos se inquietaron, escucharon ruido pero no sabían que pasaba, el niño se rió y le dije que se callara y se durmiera.
El enfurecido hombre decía que se iría, pero yo creo que los hombres que mucho anuncian su despedida no se van, no son tontos, no es fácil que encuentren una mujer que quiera y acepte atenderlos de planta, y es que ya en otras ocasiones había amenizado con irse.
Entraron a la casa y se escuchó un fuerte golpe: “¡su puta madre!, ¿por qué?!”, gritó el tipo.
Me preocupaban los niños, esas escenas son difíciles de borrar de la mente y me enfurecí con la mujer, ¿por qué permitía que sus hijos pasaran por eso?
Después de un rato reinó el silencio, pero antes de ello estuve tentada a ir a la caseta a la entrada de su privada y hablar con el vigilante para externarle mi preocupación por los niños.
También lamenté el que no hubiera una Policía Municipal que atendiera estos casos, así que, según yo, no había nada que hacer.
Hace algún tiempo la pareja tuvo un pleito y aunque no tan fuerte cómo este hubo mentadas de madre y toda la cosa y ¿saben qué pasó después? al poco rato ella ya se dirigía a él como “amor”.
Para mi fue muy incómoda la situación, me preocupan sus hijos, pero más los míos, porque cuando sean más grandecitos entenderán y escucharán en otra casa los gritos e insultos que no viven en la suya.
De la página La Vida en Bettylandia