Los apoyadores a ultranza de Andrés Manuel López Obrador aseguran que lo que pasa en el tema migratorio con Estados Unidos es herencia de los gobiernos pasados del PRI y PAN, una versión más falsa que el show que protagonizan Daniel Bisogno y Raquel Bigorra en el mundo de los espectáculos.
Si en los puentes internacionales se están aplicando las revisiones tortuga, con retenes de agentes de Migración de Estados Unidos a mitad del Río Bravo para una primera ojeada a la visa -sea para vehículos o peatones-, no es por culpa de los pasados sexenios de Enrique Peña Nieto, Felipe Calderón y Vicente Fox.
El diablo con pelos de elote, o sea Donald Trump, se le apareció al actual mandatario que quiso “nadar de muertito”, “hacerse el occiso” y “que la virgen le hablaba”, permitiendo un ingreso descomunal de migrantes centroamericanos con rumbo a la frontera norte pasando por la porosa frontera de Chiapas con Guatemala.
Como se dice en el rancho: “A AMLO le tocó bailar con la más fea”, porque sus antecesores lidiaron con George Bush padre, Bill Clinton, Bush junior y Barack Obama que eran más tolerantes que Trump en este tema que trae de cabeza al gabinete del presidente de México.
Pero decir que López Obrador heredó este desgarriate y no haber entendido a tiempo las señales que llegaban desde dentro de la Casa Blanca, ese fue el primer error.
Un error que se está pagando porque el gobierno está apretando tuercas, como haber enviando a la Guardia Nacional para vigilar la frontera sur. Y cuando nunca se había hecho, pero sobre todo nunca se había declarado abiertamente, deteniendo a centroamericanos que no demuestren estancia legal en el país.
Y también dicen en rancho: “El miedo no anda en burro”.