Los pueblos nunca se miran en el espejo. (…) hay que ser buen lector de la historia y saber que el futuro se lee en las calles, las factorías y los cuarteles con más claridad que en la prensa de la mañana.
Carlos Ruiz Zafón
AMLO habla del pueblo, Maduro habla del pueblo, Trump habla del pueblo. Por definición este concepto resulta ambiguo, tan ambiguo que un presidente de derecha y un presidente de izquierda pueden usarlo de manera libre y a ambos les viene bien.
Este concepto es tan etéreo que a todos nos aplica, pero también a nadie. Yo soy el pueblo… o el pueblo soy yo, son frases ya usadas previamente… y si bien podemos decir que los tiempos de las monarquías absolutas ya fueron superados (siglos XVIII y XIX) y que los fascismos se hicieron a un lado (siglo XX), esas premisas siguen vigente. Lo vemos de manera constante cuando escuchamos a Trump, a Maduro o a AMLO. El pueblo decide…. ¿pero quién es el pueblo?
Si lo entendemos como aquellos que están a mi favor y por los que las políticas públicas resultan ser un éxito… entonces el pueblo es una minoría. Si lo ubicamos como aquella masa que lucha día a día por sobrevivir que es medio analfabeta, poco culta y que puede ser manipulada, entonces el pueblo resulta ser la mayoría.
Si lo entendemos como aquellos que viven buscando un futuro mejor, donde la cultura del esfuerzo está presente y consideran que el inconformismo y la corrupción deben desterrarse, entonces hablamos de esa especie en peligro de extinción llamada clase media.
El pueblo, insisto, es una realidad tan amplía que cualquiera y de cualquier modo la puede utilizar. El pueblo soy yo y yo soy el pueblo en cuanto que represento, sí, una serie de elementos que me configuran y definen… pero tampoco soy el pueblo, en cuanto que en mí no se agotan todas las posibilidades.
Ser, representar, oír, hablar, sentir, saberse pueblo va más allá de un concepto… resulta que hablamos de, quizá, un anhelo que bajo estas premisas actuales de convivencia es imposible concretar.
La democracia, ese gobierno del pueblo, queda entonces en estado de indefensión, porque ese mandato del pueblo se resuelve no para alcanzar el bienestar superior de los individuos que conforma la sociedad, sino que, con ella (la democracia), se pretende el goce del bien de la “mayoría” (pero una mayoría que solo votó, no de la mayoría de los integrantes de la sociedad en la que se votó)… vaya trabalenguas.
Ser el pueblo, formar parte del pueblo, es condición innata del ser humano, somos animales sociales (a decir de Aristóteles)… pero para nuestros políticos está realidad parece que no es más que la excusa suficiente y necesaria para practicar justo lo contrario de la democracia, es decir, la demagogia.
Para Trump, Maduro, AMLO pueblo es aquel ente que lo apoya de manera incondicional y que no cuestiona su visión de las cosas y los métodos para conseguirlo. Para un verdadero demócrata, el pueblo es esta realidad configurada por individuos llamada sociedad, nación, país que si bien es diversa y heterogénea, siempre busca el bien de la comunidad pues es justo eso lo común que genera unidad lo que los identifica y une. El pueblo, pues, se une, no se divide y tampoco se discrimina. De ahí la fortaleza de la democracia.
Trump, Maduro y AMLO tiene un gran reto por delante…. cumplirle al pueblo… lo que sea que esto signifique para cada uno de ellos, pues de no hacerlo en el corto plazo éste les reclamará. Por un lado – para Trump – puede costarle la reelección; para Maduro su derrocamiento; mientras que López Obrador, que para su fortuna apenas comienza, debe aprovechar este “bono político” que tiene para comenzar a dar resultados y no defraudar. De no hacerlo en tres años (tan solo tres años), si es que MORENA no atenta contra la democracia, el pueblo le pedirá cuentas.
Seguimos atentos.