Cualquiera podrá contradecir el título de este texto, alegando que nuestro señor Presidente no es ningún pobre y que goza de una fortuna escandalosa, además de múltiples favores de sus incondicionales y amigos beneficiados con obras públicas de construcción o con “palancas” gubernamentales para hacer de las suyas.
“¿Cómo va a ser pobre Enrique Peña Nieto?”, alegarán los que ven en los políticos el dinero, los bienes inmobiliarios, las mujeres hermosas y los placeres como símbolo de riqueza. Pero la extensión del término nos hace calificar al mexiquense con una compasión tal, que nos sale del alma pobretearlo, porque desde que era candidato del PRI su escasa erudición lo expuso al escarnio público, y al rechazo del escritor Carlos Fuentes, cuando fue a la Feria del Libro de Guadalajara e hizo el ridículo ante la simple pregunta de cuáles eran las tres obras que habían marcado su vida, al grado de que hasta los niños todavía hoy hacen mofa con chistes y memes de la idiotez cultural de quien los gobierna a nivel federal, superando la infamia con que fue tratado Luis Echeverría en tiempos de la “dictadura perfecta” en la década de 1970.
Muy temprano en su mandato lo persiguió el signo de la corrupción y conflicto de interés con la famosa “casa blanca” de su esposa Angélica Rivera y su relación con Grupo Higa de Juan Armando Hinojosa. Luego le llovió en su milpita con el supuesto plagio de su tesis de titulación en la Universidad Panamericana o con el glamour de los viajes presidenciales que tan bien sabe aprovechar “La Gaviota” y su familia. La saña con que fue vapuleado por el “gasolinazo” fue de pronóstico reservado. Pero lo más pesado de las críticas públicas le han venido por la forma en que ha enfrentado a Donald Trump y sus arrebatos contra el TLC o el pago de la construcción del muro fronterizo, y no se diga por la airada respuesta de Nicolás Maduro a los señalamientos hechos oficialmente al gobierno de Venezuela, sumido en una terrible crisis.
En mis más de 70 años de edad y décadas de periodista, jamás había visto una campaña de desprestigio contra un gobernante de México en forma tan inclemente como la actual, inclusive de parte de muchos priístas que tratan de evitar su intervención en la designación del candidato presidencial, por inclinarse a favor de dos que no representan al Tricolor como ellos quisieran: José Antonio Meade y Aurelio Nuño. Por eso los niveles de aprobación bajísimos o paupérrimos que obtiene Peña Nieto han devaluado la imagen de un primer mandatario dela nación en forma increíble y son síntoma evidente de la descomposición de su grupo de poder como para darse el lujo de influir en las elecciones del 2018.
Como nunca, en una explosión democrática abusiva, se magnifican los muchos errores de nuestro Presidente y, en cambio, se ignoran sus aciertos. Inclusive los reconocimientos a nivel internacional que recibe son ninguneados o minimizados en un afán superlativo por desvalorizar su gobierno. Y aunque podríamos pensar que se trata de una campaña electoral contra el PRI, no hay duda de que jamás habíamos sido testigos de tan tremendos obuses desde todos los frentes.
Así es que hay razones de sobra para exclamar ante tan feroz linchamiento político: “¡Pobre Peña Nieto!” Y aunque él ni parece inmutarse y simplemente dice que esperará el juicio de la historia, seguramente en sus adentros sufre el desprecio de la mayoría de los mexicanos y le deben atacar periodos de depresión por no ser tomado en cuenta su esfuerzo de “mover a México” y sí, en cambio, darse cuenta del griterío que pide el final de su sexenio, silenciado en los medios pero de palpable realidad popular.
No sabemos si el juicio de la historia tome en cuenta sus famosas reformas estructurales de que tanto se ufana él, y los beneficios por la eliminación del cobro de las llamadas de larga distancia telefónicas, así como la alta cifra de empleos promovidos en cinco años de gobierno, pues lo cierto es que la inflación no ha rendido los frutos anunciados en la microeconomía de las familias mexicanas y la pobreza sigue en aumento.
Así es que no declinamos en llamar pobre a Peña Nieto, con todo y su ostentoso modo de vivir o sus propiedades y dinero invertido aquí y en el extranjero. Porque ya superó inclusive a Carlos Salinas de Gortari como el último Presidente más rechazado, después de Luis Echeverría y José López Portillo, en los tiempos del México dictatorial. Y vamos que ni Vicente Fox ni Felipe Calderón se quedan tan atrás en el “popularidadmetro” con que calificamos severamente a los ex.