Entre algunos regalos que recibieron mis hijos de cinco y tres años llegaron varias pistolas de juguete, una azul, otra naranja y la tercera no recuerdo de qué color era.
De inmediato las tomaron y simularon disparar, entonces se las quité y les dije que podían jugar con todo lo demás, pero con pistolas no.
Preguntaron por qué y les dije que eran malas, que las pistolas no eran para niños y se conformaron con esa explicación; de ahí en adelante no las volvieron a pedir jamás y ellos solitos decían frases similares cuando veían alguna.
Cuando hay alguna colecta de juguetes para niños de escasos recursos una de las peticiones es que no sean bélicos; siguiendo ese ejemplo y, además, considerando la violencia que vivimos en esta región, decidí no permitirles que jugaran con armas de juguete y su padre me respaldó.
En un principio pensé que estaba siendo exagerada e intensa, después me dije que al final de cuentas cada padre es libre de educar a sus hijos como crean conveniente, pero ahora que veo los tristes casos de ataques de sujetos armados en Estados Unidos, pienso que lo estoy haciendo bien.
Quizás son muchos los factores que influyen en que estas personas realicen actos tan atroces, pero ver un video de un pequeño manejando un arma a la perfección me dejó helada.
Argumentos hay muchos: pueden decir que las armas también se utilizan con fines recreativos como la cacería (de la que no soy partidaria), o como medio de defensa personal, pero aún así, trataré de mantener a mis hijos alejadas de ellos.
Es un tema polémico, mucho, reconozco también que no soy psicóloga ni experta, pero como mamá trato de educar a mis hijos en base a valores, disciplina y amor y mientras esté en mis manos, las armas estarán lejos de su alcance… aunque sean de juguete.