Los policías federales tenían dos sueldos, uno que le dábamos nosotros y otro que les daban los del crimen.
Dejarán de percibir ingresos de un sueldo digno y alto que fue a cambio de cuidar a los ciudadanos; pero prefirieron la simulación.
Dice el refrán que al que dos amos sirve, con uno queda mal y nos quedaron mal a los mexicanos.
Y no son todos, pero dentro de las filas o te haces, o te haces de la vista gorda o tendrías que desertar.
Los que se quedaron vieron su institución acabar en condiciones en las cuales no les quedó de otra que resignarse y buscar cómo perder menos exigiendo su indemnización.
En estos últimos días, intentaron por medio de su “movimiento” retroceder lo inevitable: salir de la jugada y que los funcionarios capitalinos que hasta en los medios de comunicación les llaman de manera peyorativa, se liberarán de ellos.
Se cuentan historias macabras de las carreteras federales donde eran los uniformados los que ponían el dedo a los automovilistas que circulaban por ellas para que después llegaran otros a hacer el trabajo sucio.
Les puedo contar una anécdota personal en la que los Policías Federales fueron quienes protagonizaron como parte de los personajes antagonistas de una película de terror.
Una persona cercana a mi tenía una entrevista de trabajo en una empresa con cede en la ciudad de Saltillo, Coahuila.
No recuerdo exactamente la fecha, pero creo que fue en el 2011, cuando la
violencia en México alcanzó número altos.
Mientras mi conocido circulaba por la carretera libre, hablaba conmigo.
En ese tiempo yo trabajaba en la redacción de el periódico El Porvenir y esa tarde estaba ahí. Mis compañeros fueron testigos del suceso.
La persona se comunicaba por medios del alta voz de su teléfono móvil y a unos cuantos kilómetros de llegar a su destino, me comentó que vio a unos policías federales.
Después de eso, en menos de cinco minutos comentó que alguien le cerró el paso. Dejé de escuchar que me hablaba a mi, sólo oí que se abrió la puerta, mientras que mi interlocutor les pedía que no se lo llevaran.
Me quedé en el teléfono para escuchar y a los dos minutos se cortó la comunicación.
Afortunadamente ese mismo día fue liberado, pero no fue el único secuestrado, iba con otras personas que llegaron a la conclusión que fueron los policías federales quienes “los pusieron” para privarles de su libertad.
Como esa historia, recuerdo otras en las que participaron familias enteras quienes no tuvieron oportunidad de defenderse en medio de las desoladas carreteras, pensando erróneamente que estaban en manos de autoridades quienes debían de cuidarlos y no ponerlos en peligro.
Los elementos que hoy se despiden de la institución fallida Policía Federal, quedan a merced de la necesidad, con el conocimiento del sistema y cómo romper las reglas, sin poder aplicar para reingresar al servicio público por falta de tablas en su educación, mismas que tal vez las llevaron a no tener ética en el ejercicio de su profesión.
Las acciones del gobierno federal siempre me dejan la duda de saber si tienen conocimiento de los efectos secundarios de sus acciones y si tienen alguna forma de no dejarlos a la nada y que puedan irse de lleno a delinquir.