La no aceptación de tantos errores sobre la consulta popular que se hizo sobre el nuevo aeropuerto de la CDMX me preocupa, y demasiado, porque la buena intención de pedirle la opinión a la ciudadanía en algunos temas me parece bastante positiva, pero en este caso hubo “demasiada turbulencia”. Y terminó: “con un pésimo aterrizaje”.
Para empezar las urnas debieron colocarse en los aeropuertos más importantes del país, o en todos para que no hubiera cuestionamientos de por qué en unos sí y en otros no. Pero abrieron la consulta a toda la población. Y no se consideró tan siquiera uno. Aún peor: se instalaron casillas en centrales de autobuses.
Hay que aceptar que pese a que las tarifas de avión se abarataron cuando aparecieron las compañías de bajo costo, un alto porcentaje de los mexicanos nunca se ha subido a un avión y, obviamente, menos han aterrizado en el aeropuerto de la CDMX y caminado por sus pasillos.
En Monterrey, por ejemplo, familias de escasos recursos se habrán acercado a los aeropuertos Mariano Escobedo y del Norte para ver el despegue y la llegada de los aviones, helicópteros y avionetas porque los papás fueron llevados por la curiosidad y los sueños de los niños de ser pilotos.
Entonces qué validez tuvo la opinión de esa inmensa mayoría de mexicanos a la pregunta de que si prefiere la ampliación de los aeropuertos de CDMX, Toluca y Santa Lucía, o el polémico proyecto de Texcoco que al final fue rechazado con el 70 por ciento de la participación.
Días antes del domingo en la noche cuando se dieron los resultados a favor de Santa Lucía lo escuché de un analista en un programa de televisión y en boca de mi hija, con quien comparto simpatías por el presidente electo: “Lo mejor que le puede pasar a Andrés Manuel López Obrador es que gane la opción Texcoco”. Y no ganó.
Pese al impacto en el dólar y en La Bolsa de Valores que tuvo pérdidas como nunca desde que Donald Trump ganó en 2016, es primera gran victoria de AMLO todavía sin tomar posesión, porque él y sus apoyadores rechazaron a Texcoco por su hediondez a corrupción.
Algo positivo que queda ante tanta turbulencia es que López Obrador se verá ante los ojos del mundo como el presidente que, sin serlo, instauró las consultas populares en México escuchando al pueblo, con todos los errores de primaria que se cometieron.
Y eso que todavía no empieza la cuarta transformación.