Hay que decirlo, mientras que en otras latitudes del mundo, las exigencias por una real justicia social se concretan con manifestaciones claras (vemos cada sábado a los “chalecos amarillos” en Francia, por ejemplo), nuestro país parece que entra en una pasividad total ante lo que “vemos” como claros abusos o incumplimientos por parte del ejecutivo federal.
No hacemos nada…. y los que hacen (pienso en la CNTE, Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación) da la impresión que eso justo que pelean se convierte en capricho dados los modos y las circunstancias con que hacen sus exigencias.
Y hay que sumarle que el Presidente lo quiere hacer todo. El presidencialismo superado en sexenios anteriores, donde ya no sólo el Ejecutivo decidía y disponía, parece regresar por sus fueros. El Presidente todo lo quiere a su modo y pierde visión de Estado por ganar el control del día a día. En términos empresariales tendríamos que decir que “le gana la operación”, en términos coloquiales tendríamos que decir que “se preocupa por los centavos y se olvida de los pesos”.
No esperamos un Presidente “omnisciente” y mucho menos “omnipresente”. Requerimos a un Estadista, un Jefe de Estado que mueva las fichas (sus fichas) para que este ajedrez llamado “real politik” funcione. Estaciones de gasolina estatales no resultan la solución, eliminar apoyos para las estancias infantiles tampoco… y ese largo etcétera que se le puede achacar a esas denominadas nuevas políticas públicas.
Definitivamente, eliminar la corrupción ha sido el gran acierto de la 4T (cuarta transformación). Yo espero, sin embargo, que se comience a dar cuenta la presidencia que solo eliminando este flagelo no se van a generar empleos y el bienestar social que tanto pretende. Requerimos políticas de Estado, no paritidistas ni sectarias.
El Presidente no puede ni debe asumir un papel paternalista y mucho menos voluntarista, por más responsable que quiera fungir con ese rol. Su función, y por la que el 53% del electorado votó, es justo el de ejecutar políticas que lleven al país a buen puerto. No ha garantizar la
aprobación de éste, pues en democracia el bien de la mayoría, siempre supondrá el malestar de una minoría; así es la democracia.
Necesitamos, insisto, de un Presidente, con todo lo que esto implica; y no de un padre (responsable).
Esta Jirafa sigue atenta.