En la actualidad la mayoría de las parejas que esperan la llegada de un bebé se apresuran a saber su sexo lo antes posible, sobre todo para comprar diversos artículos o preparar su habitación.
Algunas, como es el caso de unos amigos, hasta acuden a varias consultas en las primeras semanas de gestación ante la desesperación de saber si viene una niña o un niño. Pero es necesario tener en cuenta que puede haber equivocaciones como sucedió con ellos, ya que en el primer ultrasonido les aseguraron que se trataba de un príncipe, que a la siguiente semana de confirmación se había convertido en princesa.
Otra pareja de amigos optaron por hacerse estudios de sangre y ultrasonidos más avanzados para detectar el sexo del bebé en las primeras semanas de embarazo.
Los “raros” o “chapados a la antigüita”, como es mi caso y de mi esposo, decidimos esperar hasta el día de alumbramiento para descubrir la sorpresa de la bendición que Dios nos ha enviado.
Ahora me encuentro en mi sexto mes de embarazo. Puntualmente seguimos acudiendo a nuestras citas mensuales y lo primero que le recordamos a la ginecóloga al iniciar el ultrasonido es que no deseamos saber el género de nuestro bebé.
Sin embargo, el problema ocurrió en mis citas a la Unidad Médica Familiar del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) con el doctor familiar y el radiólogo que me insisten tienen que decirme si tendré una niña o niño, pero les recalco que es el derecho de los padres querer saberlo o no.
Los especialistas en ginecología y radiología aseguran que anualmente menos de cinco parejas piden no saber el sexo del producto, no obstante cada uno tiene el derecho de conocerlo rápidamente o esperar nueve meses a la llegada del bebé para ver tan enorme y milagrosa bendición que Dios nos regala.
El dilema es y será: ¿saber o no saber? Pero la decisión es de cada quien y es necesario respetarla.
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