A eso de las 10 de la mañana ya hace hambre, sobre todo si te levantas a las seis y no traes más que un café en el estómago, así que unos tacos son una buena solución.
Así fue hace dos semanas más o menos; llegué a un puesto en la esquina de un Súper 7, bajé la ventanilla del carro y le pedí al taquero tres de chicharrón para llevar.
“No tengo de chicharrón mi amor” dijo el tipo y cómo si fuera un listado enumeró los diferentes tipos de tacos que tenía.
Sorprendida, apendejada y enojada por la situación solo respondí: “dos de desherbada” y si, puse cara de perro pero no dije más.
A mis hijos les encargaron tres naranjas a cada uno para mañana pues harán actividades relacionadas con el día de la alimentación.
Pasé por una frutería cerca de la carretera cercana a mi casa y le pedí ese número de cítricos al empleado.
“¿Tienen que ser sólo seis mi amor?” y con un seco y mal encarado “si” le contesté.
No es un cumplido, no importa si el tipo es guapo, anda a pie, en auto o bicicleta; no le hace que use traje, shorts o jeans, o al menos para mí no.
Es una patanería, “confianzudez” y grosería.
No te conozco, no soy tu “amor”, ni tu “vida” y no tengo hijos tan grandes como para ser tu “mamacita”, pero tú, hombre que se cree galán, quizás a la más grande de tu casa le hagan alguna gracia tus dichos.