Siempre he evitado comentar sobre temas polémicos, primero porque no sabe uno cuando puede regarla y tener enfrente a alguien con una idea opuesta a la nuestra o porque si es en alguna de tus redes estarás saturada de comentarios negativos que quizás terminen afectándote si les pones demasiada atención.
Todas las opiniones son respetables, siempre y cuando no derive en alguna agresión u ofensa para quien piense lo contrario, porque qué hueva que todos pensáramos igual.
Por la anterior marcha feminista puse un post en mi perfil personal diciendo que entendía su causa, pero que la forma en la que se manifestaban no era la adecuada, pues destruyendo todo a su paso se desvirtuaba la razón de su movimiento y los desmanes terminaban siendo los protagonistas.
Tampoco me pareció adecuado que alejaran a los hombres, pues no podemos considerarlos a todos como enemigos, además, hay quienes han perdido a sus hijas, madres, esposas, nietas, etc.
Con eso me gané que dos mujeres, una de ellas ex alumna, me dijeran que ojalá yo o alguno de los míos no tuviéramos que pasar nunca por una situación así, ¡güey!, ¿en serio?, ¿yo o los míos?, ¡tengo dos niñas, una madre y una hermana! ni por error, ni siquiera porque algún conocido pensara diferente a mí le desearía nunca vivir una situación así.
Yo no soy la enemiga, la verdad ese comentario lejos de molestarme me hizo sentir algo mal, además de la incomodidad me entristeció un poco, porque refleja la intolerancia que se vive actualmente.
Pero lejos de ver cómo piensan algunas personas me hizo replantearme el acceso que tienen a mi vida privada a través de Facebook, y la permanencia de algunos de mis contactos como mis “amigos” virtuales.
Pero además, ¿no se supone que buscan el bienestar de todas las mujeres?