Descarté el planchado de cabello y lo cambié por un chonguito, pero cómo desde la semana pasada, me maquilé por respeto a mis alumnos que me observan a través de una pantalla.
Para asistir al periódico no hay bronca, pues el cubrebocas cubre la mitad de mi rostro.
Lo que no supieron fue que en lugar de jeans o pantalones de vestir usaba unos más cómodos de tela delgada, amplios y un estampado blanco y negro.
Desperté deseando más que nunca que ya se acabara todo esto, pensando que quería mi rutina de vuelta, esa de la que tantas veces renegué.
Empecé la clase y vi rostros con sueño, con fastidio, hartos, “¿será por mí?, ¿los estaré aburriendo?, ¿o será parte del encierro”, pensaba mientras explicaba conceptos y trataba de descifrar su cara.
Mis hijos ya esperaban para salir, hoy estrenarían cubrebocas y estaban ansiosos por usarlos, yo estaba cansada de tener que hacerlo y recordaba que otra vez debería lidiar con la comezón y malestar que me provoca en las orejas y nariz.
Ellos brincaban de emoción por el de princesas y carritos, se veían uno al otro y se emocionaban: “¡mamá, el tuyo es negro!”, me decían mientras me observaban.
Empezamos el recorrido y la mayor comentaba que quería ir a Hawai, país que conoció gracias a exposiciones realizadas en clase por ella y sus compañeros, así como por el Festival para Papá y Mamá, realizado el año pasado, en el que hubo varios bailables.
¡Cuánto daría hoy por ver a mis niños bailar sobre el foro de su kinder!, por salir corriendo luego de vestirlos a los tres a las carreras con atuendos poco cómodos, velozmente para llegar a tiempo al festival.
Y de nuevo extrañé todo eso, mi rutina ajetreada, la libertad de ir en familia al super, de abrazar al amigo que veo después de algún tiempo y hasta de lavar los uniformes de los lunes, si, esos con los que parece que hubieran trapeado el patio.
Vi a mis niños por el retrovisor y les causaba asombro mirar a quienes llevaban cubrebocas y se alegraban de
portar el suyo y ahí comprendí que debía ser como ellos y conservar el optimismo.
Ser feliz porque tengo un nuevo día, porque mi familia está bien, porque tenemos salud.
A veces pensamos que les enseñamos, pero definitivamente son ellos quienes lo hacen y tenemos aún mucho que aprenderles e imitarles.