En la primer quincena del 2020 la observé como una repetición de lo acontecido a lo largo del año pasado. Los desdichados siguen con los mismos presagios de un horizonte nebuloso y que al final del camino nos espera el abismo, visión que no comparten o advierten los que desde las cinco o seis de la mañana se alistan para acudir a su trabajo, para ellos los pronósticos catastróficos no cuentan, su preocupación es llegar a tiempo y su ocupación es hacer bien las cosas.
Es un mundo muy diferente en el que transcurre la vida de los que trabajan y con desventajas, al en el que desarrollan su actividad los desdichados que por más que machacan que el gobierno de la 4T todo lo está haciendo mal nomás no los atienden, ni el presidente AMLO ni la Bolsa Mexicana de Valores ni el mercado cambiario, pareciera que ellos tienen otros datos y por lo mismo ni se inmutan ante los pronósticos.
Sn embargo, independientemente de que los presagios de los desdichados puedan tener una utilidad algo es inobjetable: hay libertad de expresión. Y esto para la vida democrática cuenta puesto que una sociedad informada siempre será mejor que una que esté en la ignorancia, finalmente el lector decide a quién le cree o a quién no.
Aunque desconozco si ese respeto a la libertad de expresión deviene de una mística constitucionalista o solamente porque perciben que carecen de peso ante los lectores la opinión de los críticos sistemáticos. Entretanto, hay que darle al diario vivir que no siempre es placentero pero así es la vida.