¿Por qué no pienso votar por el PRI en las elecciones de 2018? La respuesta tiene que ver con la confianza que muchos mexicanos le dieron a Enrique Peña Nieto, después de doce años de gobiernos del PAN, y resultó un completo fiasco.
Como en los peores tiempos de José López Portillo, Miguel de la Madrid y Ernesto Zedillo Ponce de León en Los Pinos, el sexenio que empieza a agonizar pasará a la historia como el más corrupto. Y como prueba está Javier Duarte, a quien Peña Nieto no lo quiso meter a la cárcel estando en funciones como gobernador de Veracruz.
El presidente toleró a Duarte como lo hizo con César Duarte en Chihuahua; con Roberto Borge en Quintana Roo; con Rodrigo Medina en Nuevo León; con Rubén Moreira en Coahuila, y con Egidio Torre en Tamaulipas. Los peces gordos de la corrupción del PRI como gobernadores.
Y como los mexicanos cada vez somos menos tontos y tampoco nos chupamos el dedo, el castigo al PRI será despiadado en las elecciones presidenciales de 2018. Y una probadita se dio el año pasado cuando el tricolor perdió siete de 13 gubernaturas en disputa.
Peña Nieto ganó en 2012 con un amplio respaldo popular. Fue mas el éxito de la mercadotecnia política que un voto pensado, teniendo como producto a un candidato guapo y de copete envaselinado, lo que hizo que el PRI tropezara al PAN que había ganado dos elecciones consecutivas con Fox en 2000 y Calderón en 2006.
En estos días el tricolor se juega gran parte de su futuro con las detenciones de Tomás Yarrington Ruvalcaba, ex gobernador de Tamaulipas, en Italia, y una semana después la de Duarte, en Guatemala.
Sabe que tres descalabros en el Estado de México, en Coahuila y Nayarit serán los clavos ocho, nueve y diez de su ataúd luego de las dolorosas derrotas en 2015.
Y a poco más de un año de los comicios presidenciales ni Beltrones, ni Nuño, ni Videgaray, ni Meade, ni Narro, ni los que se sumen en los siguientes meses, ninguno podrá volver a engañar a los mexicanos que mandarán al fondo de la tumba al PRI.