Dicen los expertos que el poder corrompe y que el poder absoluto corrompe absolutamente. Esta frase la estaremos escuchando por todas partes de manera reiterativa por parte de los críticos de la llamada cuarta transformación hasta que se comiencen a ver resultados o hasta que este dicho se corrobore.
Lo que vemos hoy es qué hay una confrontación entre uno de los tres poderes de la Unión y los demás poderes. El Poder Judicial está enfrentado al Ejecutivo por la que conocemos como llamada ley de austeridad, que no es otra cosa más que la reducción de sueldos de los altos servidores públicos. Por otra parte, el Poder Legislativo anda manso y alineado (MORENISTAS ellos) ante el ajuste pecuniario e, incluso, ya están apoyando al Ejecutivo para analizar si, efectivamente, se han cometido abusos por parte de los jueces, esto a manera de presión (a mi juicio) por no querer aceptar, insisto, la reducción de sus sueldos.
Que si hay salarios de $600,000 mensuales, que si nos los hay. Que si el presupuesto anual para temas de salarios es de $3,000,000.00. Que si la independencia del Poder Judicial, etc., etc., etc. Lo que vemos es – como muy bien lo señaló AMLO – es el primer pleito, en años, de estos Poderes… aunque aún no sé si para bien o para mal.
Tener poder, a cualquier nivel que sea, pero tenerlo, siempre será una delicia. Lograr que la gente haga lo que quieres o buscas, que las cosas sucedan como esperas y que a ti (como poderoso) no te pace nada es padrísimo. ¿Quién no se ha mareado al subirse a su pequeño ladrillo durante esos efímeros 10 ó 15 minutos de fama? ¿Cuántas veces no hemos visto que aquel Presidente o Director de Empresa se pierde en la exhuberancia y embriaguez que produce tenerlo todo y hacerlo todo?
Hoy, a quince días de que estrenamos Jefe del Ejecutivo Federal, a tres meses de que tenemos nuevos Legisladores no podemos señalar aún excesos ni eventos exóticos personales (insisto aún no). Sin embargo, nos estamos topando ya con la alucinante maravilla de saberse poseedores de la mayoría en el Congreso (ambos Diputados y Senadores) por parte de MORENA y de AMLO: porque, en democracia, se hace lo que la mayoría decide.
No le quito mérito a Paco Ignacio Taibo II para encabezar el Fondo de Cultura Económica, tampoco le quito a los maestros del SNTE los logros sindicales obtenidos que son justos y permiten que la educación pública del país sea factor de cambio. Mucho menos me ciego ante los terribles actos de corrupción que se cometieron durante la licitación para la contrucción del nuevo aeropuerto de la a Ciudad de México.
Lo que aquí argumento es que no deberá ser nunca un análisis tan básico y frívolo parámetro para decidir si por una ida de la lengua se le quita o no la posibilidad a un gran difusor de la cultura dirigir el FCE. Tampoco se deberá considerar que los maestros deben ser sancionados por la falta de capacitación (que debe ser garantizada por sus empleadores). Mucho menos que el NAICM debe ser construido en tal o cual lugar solo por el mero capricho.
La política, afirman los que saben, siempre debe de procurar el bien común de los ciudadanos. Eliminando, en la medida de lo posible, los daños colaterales. El poder, por lo tanto, al ser tan, valga la expresión, tan poderoso, está obligado no solo a alcanzar la prudencia y la mesura, sino, sobre todo, debe pretender la justicia (ese dar a cada quien lo que le corresponde) no solo a la mayoría, sino a todos y cada uno de los integrantes de la sociedad.
El poder corrompe, sí. Pero el poder manejado con virtud magnifica al que lo tiene.
Estaremos atento.