Y lloré…lloré por hoy y por mañana, por ayer y por antier; lloré por lo que fue y por lo que será; lloré por lo que mis ganas de ser fuerte no me dejaron llorar.
Lo que no pudieron hacer las cuatro Excedrin migraña, el baño con agua fría y después caliente, las compresas con hielo, ni el té de hierbabuena, lo hicieron las lágrimas.
Como si el llanto se llevará el dolor al caer por mis mejillas; como si las lágrimas arrastraran todo lo que se había juntado.
Por primera vez sentí ganas de estrellarme la cabeza ante el dolor, de ponerme un ratito en “off”, de desenchufarme por un tiempo.
Boca arriba, boca abajo, lado izquierdo, lado derecho, en posición fetal, con la cabeza entre mis rodillas… recorrí la cama haciendo mil contorsiones.
Aquello era una olla express en ebullición y entonces sufrí: por el té derramado a la computadora, por el mal diagnóstico a un ser querido, por no haber acompañado al que ya no está, por no haber lavado la ropa, por dejar vasijas sucias…
Porque me faltaron dos tareas de la primaria, por cancelarle una compra a una señora, por no haber hecho ejercicio hoy, por no avanzarle al trabajo…
Y lloré, acompañada por suspiros, con la nariz congestionada, con lágrimas saladas… y la migraña se fue…