Machista o no, la mujer siempre siente el deseo de ser atractiva. Por eso trabaja para ello, compite, cela y envidia.
Eso de la belleza interna, externa y la combinación de ambas en cada mujer o individuo, es tan relativo que no existe aún un concepto claro de lo que es en sí la belleza.
En nuestra sociedad es premiado ser atractivo para otros, inclusive es un poder invisible, que es aprovechado siempre y cuando se cuente con capacidades intelectuales y talentos adicionales a esa característica física, para ello se deben descubrir y desarrollar las inteligencias con las que cuenta cada quien, lo cual es ir más allá que sólo una buena fotografía.
Por sí sola la belleza física no dice mucho, porque al paso de los años y con los cambios que trae la vida, las características corporales pueden modificarse. La edad o un accidente son cambios que impedirían vivir a alguien de su imagen.
Mantener un cuerpo bonito o una cara juvenil , es costoso no sólo económicamente, sino también se tiene que soportar el dolor de cirugías, dietas o rutinas de ejercicio y no todos están dispuestos a pagar el precio con determinación, constancia y voluntad, además entre más pasan los años, más difícil se vuelve la tarea.
Mostrar el cuerpo es un negocio, es redituable, pero cuenta con muy poco tiempo para ser explotado porque después de la juventud, llega el otoño, en el cual la gravedad no perdona y los años cobran sus facturas a quienes tengan la dicha de llegar a un inevitable invierno.
La vanidad es natural en el ser humano, sobre todo en las mujeres que sean o no bonitas para los demás. Frente al espejo siempre nos rescatamos de las opiniones ajenas.
Cuando hacemos referencia a una mujer que se encuentra en una edad arriba de los 50 años con un físico envidiable hasta para las quinceañeras, nos referimos a Maribel Guardia y también a Madonna, quienes son admiradas por las masas.
Económicamente hablando, la primera dejará de obtener ingresos luego de que muestre su escultural figura en eventos públicos, como modelo, actriz o maestra de ceremoniosas; a menos que haya invertido sus ganancias en algún negocio que dependa de su perenne imagen.
Mientras que la segunda continuará con regalías de las creaciones que realizó durante toda su carrera, sin importar si esté o no presente con su imagen como la conocemos hasta ahora. Además dejará un legado de su visión del mundo.
La diferencia radica no en cómo nos vemos y explotamos nuestra imagen en la juventud, sino qué estamos haciendo hoy para conservar o incrementar nuestro valor como persona y aceptar que el envejecimiento es una etapa que se vive día a día y se acumula con el paso de los años.
Seamos felices con lo que hacemos, pero que sea una felicidad que nos llene desde adentro. Mostremos lo que tenemos para dar al mundo, vendamos nuestras ideas y compartamos para agregar valor.