Hoy quiero recordar a mi amigo y compañero periodista Gabriel Garza Flores. Este día, lunes 15 de abril, es velado en Nuevo Laredo.
A Gabriel lo conocí en el periódico El Diario. Ahí compartimos andanzas en el camino del periodismo. Siempre sonriente y dedicado a su tarea, ahora que lo reflexiono, invariablemente lo ubico sentado ante su máquina de escribir, pues no había computadoras en ese tiempo, redactando las notas diarias.
Éramos veinteañeros y él tenía la costumbre de bromearme acerca del feminismo y la falsa superioridad del hombre sobre la mujer. Yo le contestaba que no había diferencia entre los hombres y las mujeres, que teníamos las mismas capacidades.
Cada vez que discutíamos el punto se quedaba sonriendo, ese intercambio de ideas terminaba corriendo yo a la universidad Valle del Bravo a empezar mis clases en la carrera de Comunicación que, por cierto ya no existe, porque debido a la ola de violencia en esa frontera tuvieron que cerrar el plantel educativo.
Así transcurrió nuestro pasado en común en una sala de redacción que tampoco existe, el periódico cerró sus puertas y con él una historia de vida de los habitantes de esa ciudad tan golpeada por la inseguridad.
Gabriel ya no está, murió el Domingo de Ramos, estaba en una cárcel acusado de asesinato, los servicios de emergencia no funcionaron, no pudieron salvarle la vida, su deceso ocurrió cuando recibía la visita de su familia.
Gabriel junto con otros dos comunicadores fue acusado de matar al periodista Carlos Domínguez, las evidencias, asegura la Procuraduría General del Estado fueron suficientes para acusarlo, este caso, como otros, presenta inconsistencias y se han denunciado porque la posibilidad de que sean inocentes continúa presente.
Reflexiono sobre la tristeza que él debió sentir mientras permaneció recluido. Su salud se vio afectada y de ahí su muerte.
Siento una enorme pena por él y su familia.
Si Gabriel resultase exonerado de las acusaciones que lo mantuvieron los últimos meses de su vida en una cárcel ¿cómo resarcir a su familia del daño moral y económico que el sistema le ha infligido? ¿Cómo reponerles de la pena enorme que hoy les embarga ante su muerte?
¿Saben algo mis queridos lectores? La muerte de Gabriel representa nuestra propia fragilidad, lo expuestos que estamos a que se nos acuse de delitos no cometidos y que no haya poder que nos saque de la cárcel.
Para quienes tuvimos la bendición de conocer a Gabriel y convivir el día con día, en ningún momento lo relacionamos cometiendo un crimen como de el que se le acusa.
Para la Procuraduría General de Justicia del Estado de Tamaulipas su muerte es un llamado de atención grave, tiene que revisar el proceso, debe, por justicia a Gabriel, reabrir la investigación y verificar paso a paso todas las evidencias, es lo menos que se merece su familia, la familia de Carlos Domínguez y también la sociedad.
La Procuraduría de Tamaulipas está cuestionada por plegarse a los deseos del gobierno estatal en turno y de ser utilizada con fines facciosos para eliminar enemigos políticos.
Esa utilización resulta más fácil en un ambiente tan corrompido por el crimen, la inseguridad y la violencia en el que sobreviven Nuevo Laredo y Tamaulipas desde hace más de una década, sin que ninguno de los tres niveles de gobierno muestren verdadero compromiso por resolver de fondo.
Por lo anterior, las instituciones encargadas de hacer justicia, están más que obligadas a hacer honor a la verdad. Éste un imperativo ineludible.
Descansa en paz Gabriel.
Deseo con el corazón que su familia encuentre la paz y la justicia a su memoria.
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