El poder de un Papa es omnímodo en relación a los feligreses, pero parcial, comparado con los Cardenales diseminados por todo el mundo, donde reina el dogma de Jesús de Nazareth.
Todo mundo sabe, que el Papa es, aparte del sucesor de Simón-Pedro, quién dirige los destinos de la iglesia católica. De la supuesta posibilidad de “hablar con Dios”, el Papa Paulo VI, aceptó que: “un Papa no habla con Dios, sólo hace su voluntad”. Esa aseveración, indica e indica bien, que el Papa no es el interlocutor formal con Dios, sólo sigue los fundamentalismos de los católicos arraigados a través de los años.
Al tocar el tema del Papa, se corre el riesgo de lastimar a quienes profesan la fe católica a ultranza, porque la confusión entre lo divino y lo terrenal está dividido por una línea imaginaria sumamente tenue.
Pero como la retirada del Papa Benedicto XVI, es ya un hecho a partir del 28 de febrero, entonces, es posible abordarlo con menos riesgo de salir raspado.
La primera pregunta que nos debe invadir es: ¿hasta dónde está legitimada la existencia de la figura del Papa en el orden de la iglesia católica? Si acudimos a una respuesta simplista, es fácil. Pedro, quién fue uno de los 12 Apóstoles de Jesús, es a quien el mismo Jesús le encomendó la fundación de su iglesia para que se propagara su doctrina “Urbi et orbi”, (a la cuidad de Roma y a todo el mundo), pero nunca mencionó que lo nombraba Papa.
Esto nos lleva a dilucidar, que el Papado, es una organización hecha por humanos, establecida para elegir al Sumo Pontífice, a través de Cardenales, por Gregorio XV en el año 1621, con el propósito de poner orden. Es así como “conciben” la figura de un gran líder, y lo arropan de tanta solemnidad, como de poder. Basta con entrar a la monumental Basílica de San Pedro, en el Vaticano, para entender el mensaje: una iglesia fuerte, para el mundo débil de esos tiempos.
La iglesia en referencia, ha tenido 265 Papas. Entre ellos, el que más poco tiempo ha durado en el cargo, es Esteban II, con apenas 3 días, que muere por un infarto en el año 752; mientras que Pio IX, 32 largos años (de 1846 a 1878).
La historia del Papado está llena de claroscuros, es decir, hay ocasiones que los Vicarios de Jesucristo, se han portado de acuerdo a los dogmas de la fe cristiana y en otras ocasiones, totalmente al revés.
Hay temas donde se eligió a un Papa de 14 años, Benedicto IX, quién fue electo tres veces para el mismo cargo, y que además, abdicó al trono por que se enamoró de una mujer. De las desviaciones personales, mejor ni hablar porque no sale bien librado, según las fuentes de libros escritos sobre los Papas.
Según la historia, muchos Obispos de Roma han sido traicionados, otros asesinados con crueldad, raptados, exiliados, decapitados, muertos en prisión, de hambre… toda esta violencia, mientras se transitaba a la consolidación de la iglesia actual, sin omitir una larga historia de cuestiones sexuales que atentan con el tan nombrado celibato.
Pero también destaca el asunto del nepotismo en el Papa San Anastasio I, quién fue padre del siguiente Papa, San Inocente I, allá por el año de 399. Y el de Esteban III, quién le heredó el liderazgo a su hermano, San Pablo I.
El caso de los Leos, es emblemático, porque el Papa Leo I, fue elegido en ausencia, mientras se encontraba en un viaje de cuestiones diplomáticas y Leo IV, quién fue Papa, a pesar de negarse a serlo.
Vale la pena destacar, el rarísimo asunto del Papa Formoso I, quien fue acusado por su sucesor, Esteban VI, por crímenes y perjurio, pero: ¡9 meses después de muerto! Para no errar, su cadáver fue exhumado, juzgado, encontrado culpable, por lo cual le cercenaron los dedos de la mano derecha con el ánimo de que no pudiera dar más bendiciones después de la vida terrenal y su cuerpo arrojado al río Tiber.
Importante es reconocer, que han llegado al Papado, personajes que se valieron de artimañas, trampas y violencia para hacerse del poder eclesiástico. Es así como del año 217 al 1149 se les colaron 40 “antipapas”, quienes han sido declarados no canónicos por múltiples y variadas razones.
La gran lección que nos deja la renuncia del actual Papa, Benedicto XVI, es que las cosas no han cambiado en el seno de la santa iglesia católica apostólica y romana. Y que por el contrario, la continuidad de los usos y costumbres entre las élites que dirigen a la grey católica, siguen con la misma animosidad de antaño: todos para su santo.
Las habladurías sobre la dimisión del Sumo Pontífice, deja al descubierto temas sensibles, incluso para el mismo Joseph Ratzinger, que ha sido señalado de haber pertenecido a las juventudes nazistas y protector de algunos prelados acusados de pederastas. Se asegura que son tantos los intereses económicos de los integrantes de la iglesia católica, que hasta en el Banco del Vaticano se lavó dinero, tanto de ellos, como de grupos de la delincuencia organizada.
Y lo más grave, nadie dice esta boca es mía.
Benedicto XVI se va el 28 de febrero.
En privado tendrá que conciliar con su conciencia.
Si se va para darle la gran lección a sus correligionarios para que asuman la humildad, que el estuvo dispuesto al renunciar para que reflexionen sobre sus conductas, valdrá la pena.
Si no fue así, sólo Dios dirá.
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