Bertrand Russell decía de Thomas Paine, que sus enemigos lo odiaron por sus virtudes, no por sus defectos. (Savater dixit).
Eso mismo pasa con Adrián de la Garza, candidato a gobernador del estado. Sus adversarios, empezando por el propio Presidente de la República, no lo quieren por sus virtudes políticas y de administración pública.
Como político, Adrián ha dado resultados y como candidato lleva una campaña electoral exitosa para alcanzar la gubernatura de Nuevo León.
A Adrián lo odian numerosos criminales que están purgando una pena por atreverse a cometer delitos en Nuevo León. Lo odian los políticos que se dicen progresistas y que han caído en el descrédito por las mentiras que propalan constantemente. Lo odian quienes medraban de la administración municipal de Monterrey, porque no los dejó hacer sus negocios turbios a costa del erario.
Entonces ocurre una verdadera tragedia en el metro de la Ciudad de México, la línea dorada colapsó, con un saldo de casi una treintena de fallecidos y alrededor de 70 hospitalizados, algunos de ellos todavía muy graves, lo que afecta a los candidatos de Morena.
Para ocultar la tragedia sus adversarios urden un plan; desde la mañanera en Palacio Nacional, echan andar la Caja China; así le denominan ahora a las cortinas de humo. Este término fue acuñado para la película “La Dictadura Perfecta” del cineasta Luis Estrada (2014), en donde los periodistas de una televisora inventaban historias para tapar los escándalos del gobierno en turno.
Así, durante tres días, el Presidente López Obrador señaló, contraviniendo las disposiciones electorales básicas de veda electoral (por cierto, que fueron impulsadas por él mismo mientras militó en la oposición) que en Nuevo León Adrián de la Garza estaba prometiendo apoyos económicos a cambio del voto, y que de ganar las elecciones, se estaría tipificando un delito electoral de compra de votos, lo cual es evidentemente falso, como lo han dejado claro los tribunales electorales a través de sus sentencias.
Comprar un voto es dar dinero a cambio del voto antes del día de la elección, prometer apoyos a las mujeres, mediante un programa social que aún no existe y que pondía en marcha en el caso de ganar la elección, es una promesa de campaña, como cuando un candidato promete construir la carretera inter serrana, o un paso a desnivel. Sólo prosperarían esas obras en caso de ganar la elección.
Para colmo y con el fin de seguir tapando la tragedia de la línea 12 del metro, que afecta directamente a sus pre candidatos Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaun, el Presidente no dudó en utilizar a las instituciones para continuar con su cortina de humo, y metió en la Caja China a la Fiscalía General de la República, para que abriera una carpeta de investigación contra el candidato de la alianza PRI-PRD en el estado, amenazando al candidato de llevarlo a prisión preventiva oficiosa, con lo cual en automático lo dejaría fuera de la contienda.
La situación es grave. El Presidente no solo ha intervenido ilegalmente en el proceso electoral, sino que está exhibiendo a las instituciones que debieran ser autónomas, como es el caso de la Fiscalía General, todo por su afán de ocultar lo inocultable, la incapacidad e ineptitud de los gobiernos del ex Distrito Federal, los cuales, desde el año 2000, cuando gobernó el propio López Obrador, no han logrado acabar la corrupción, mejorar la infraestructura, reducir la brecha social con sus programas de apoyos económicos directos, ni bajar la deuda pública, ni siquiera lograron construir bien una costosísima línea dorada del metro capitalino.
Que los políticos, los delincuentes y los mercenarios que medran en las arcas públicas odien a Adrián de la Garza, no tiene importancia. Sus virtudes políticas y no sus defectos son los que lo llevarán al triunfo en el próximo proceso electoral.