“Háganme suyo”, les dijo José Antonio Meade, a los representantes de los sectores más duros del PRI. Y abundan “memes” y comentarios de prensa en que se asegura que éstos le respondieron: “Pues hazte como nosotros”. Es decir: transa, corrupto, demagogo, engañador, bandido, hipócrita, cínico, montonero, etc. Nada más faltó que le recordaran los mejores ejemplos: Luis Echeverría, José López Portillo, Carlos Salinas de Gortari, Mario Villanueva, los coahuilenses Humberto y Rubén Moreira o el ex gobernador interino Jorge Torres. También los tamaulipecos Tomás Yarrington y Eugenio Hernández. No se diga Javier Duarte de Ochoa, de Veracruz; César Duarte, de Chihuahua; Roberto Borge, de Quintana Roo; Roberto Sandoval Castañeda y su ex fisal Edgard Veytia, de Nayarit o el ex director de Pemex Emilio Lozoya y una larga lista de priístas señalados como viles sinvergüenzas de cuello blanco.
Sin embargo, hay oportunistas de la prensa y otros columnistas de buena fe que aceptan que el “dedazo” de Enrique Peña Nieto se justifica porque lo hizo “pensando en México”. Jajajajajaja. Mentira. No hay que darle muchas vueltas al asunto para entrever la auténtica intención presidencial en el destape de Maeade. Así es que concluimos por nuestra cuenta que el primer mandatario de la nación ejerció el “tú lo serás” pensando en Peña Nieto para continuar un proyecto transexenal y con el fin de protegerse a sí mismo de un futuro incierto si llega al poder en Los Pinos un Manuel López Obrador o un Ricardo Anaya. Por eso ha buscado también los votos de Jaime Rodríguez Calderón, dizque “independiente” para pegarle en el corazón a Morena, y los de Margarita Zavala para darle en la nariz al PAN, y que la alianza tricolor salga avante. Y por eso los cambios en su gabinete, igualmente, tienen un verdadero transfondo electoral, hecho evidente a la salida de Gobernación de Miguel Ángel Osorio Chong.
Pensar en México es otra cosa para los cínicos. Ellos (los hombres fuertes de Tlacomulco en el Estado de México, como el señor del Palacio Nacional y Luis Videgaray) primero piensan en que el escándalo del caso Odebrecht no descubra las aportaciones de esta empresa brasileña a la campaña de hace seis años vía Emilio Lozoya Austin, ni lo que se sospecha es el monto entregado a éste, cuando era director de Pemex, como parte de la recuperación de gastos personales aportados por Peña Nieto y amigos como fórmula para alcanzar la mayoría de votos en aquel entonces. Porque si como él destapó a Meade para que fuera el candidato del PRI ahora, le han de temblar las piernas de que otro destape la cloaca de los 4 millones de dólares con sello de Odebrecht, más otros 6 millones en 2013 y 2014, con serias consecuencias en lo individual y en lo político. Ya ven lo que está sufriendo con los arrebatos del Gobernador de Chihuahua, Javier Corral, al dar a conocer triangulaciones de dinero enviado por la hacienda federal a César Duarte, cuando mandaba en Chihuahua para entregarlo al PRI a través de empresas fantasmas.
Peña Nieto nos quiso dejar como herencia al hijo de un priísta, Dionisio Meade García de León, el autor intelectual del IPAB y quien se aprovechó de sus contactos para obtener una jubilación superior a los cien millones de pesos mensuales, lo que no habla muy bien de que ha formado una familia muy sensible a la realidad del México marginal. Y aunque José Antonio y Lorenzo Meade Kuribreña no estén afiliados al PRI, son más priístas que muchos otros tricolores con credencial del PRI, igual que sus incondicionales que han colocado en puestos claves de la administración pública. Por algo votaron por el candidato tricolor en el 2012, según confesión pública de los mismos hermanos.
No. Peña Nieto no pensó en México. O si pensó en México, primero pensó en sí mismo, es decir en Peña Nieto, al querer imponernos a José Antonio Meade como presidente, dado que el actual Presidente presume que “si hay algo que sé hacer, es ganar elecciones”. Por eso tiene toda la confianza en que esta campaña política haga olvidar el repudio de 65% de los ciudadanos hacia el PRI, según encuestas, y el rechazo de 71% a la gestión presidencial. Y por eso está metido de lleno en la campaña, para no sufrir juicios severos si otro gana el 1 de julio o, peor, para no ir a la cárcel por corrupción.
Así es que José Antonio tiene que tener mucho cuidado con el grito desesperado lanzado a sus correligionarios: “Háganme suyo”. Porque desafortunadamente el PRI no goza de buena fama, pues carga sobre su espaldas una pesada losa de transas y podredumbre, aunque se debe reconocer también que sí tiene una estructura muy sólida y gestores desde el olimpo político que ayudan al señor Presidente a ganar elecciones, sea como sea, aunque se rebasen los topes de campaña, se recurra al derroche de dádivas, a la compra de votos, a la coacción informativa de los medios más influyentes, a la compra de voluntades y a la promesa a los grupos económicamente poderosos de que, con Meade, México saldrá ganando. Allá ellos.