Era noviembre del 2018, no recuerdo el día exactamente, pero mi primogénita tendría su festival de Día de Muertos en el kínder.
Ese día mi esposo salía de viaje laboral, así que no quedaba más que “hacernos garras” y entregar a los otros chamacos a la guardería, agarrar a esa guerquita y llevármela a la universidad y después lanzarnos al festival.
Durante el camino le expliqué que mamá era la maestra de unos muchachos en la universidad, que ese, al igual que el periódico, también era mi trabajo y que tenía que portarse muy bien mientras yo trabajaba.
Obviamente iba bien acompañada: una muñeca, una tablet para niños, un libro para colorear junto con sus crayolas, así como unos taquitos y un jugo viajaban en su mochila.
“Buenos días”, le dije al grupo cuando entramos y ella lo repitió, provocando risas y ternura entre algunos de los jóvenes.
Casi al final de la jornada se puso algo inquieta, nada que llegara a incomodar, creo que estaba más nerviosa yo al dar clase frente a ella y en determinado momento les hizo una llamada de atención para que guardaran silencio.
A mi me dio mucha pena, pero a los alumnos les cayó en gracia y algunos hasta admiraron su disciplina y su papel de “auxiliar de maestra”.
Hoy inició un nuevo ciclo en la universidad, luego de más de un mes de vacaciones decembrinas y ella lo sabía, pues le comenté que habría que levantarse más temprano porque mamá regresaba a la escuela.
Anoche mientas la bañaba me dijo: “Mami mañana le dices a los muchachos de la universidad UMAN ‘feliz año nuevo’ y que se porten bien y te hagan caso”.
Al despedirme antes de salir de casa, nuevamente me pidió dar el mensaje a aquellos jóvenes que al parecer, están bien alojados en su mente y quizás hasta en su corazón.
La semana pasada que volvió a casa luego de su regreso a clases me dijo: “mami, le dije a mi maestra ‘feliz Año Nuevo’ y me abrazó”, mostrando felicidad.
Esa es la prueba de que, lo que parece ser un mero protocolo o parte de las formas, algunas veces los niños lo dicen de corazón, así que si recibe un saludo o un cumplido de un pequeño correspóndalo, porque es muy probable que vaya mucho amor y cariño en él.