El nuevo presidente de México Andrés Manuel López Obrador –el cristiano auténtico, el creyente y practicante del “Padre Nuestro”, el predicador e impulsor de la moral en la política, el modelo del amor y paz, el reconciliador por excelencia– ha recalcado hasta el cansancio que habrá perdón y olvido –punto final–, para los corruptos que delinquieron antes del 1 de diciembre, a pesar de que ha dicho que se llevó mayúscula sorpresa cuando tuvo en sus manos una información muy completa sobre la corrupción y la inseguridad. No las imaginaba en su dimensión real, no obstante que hizo de ambas un machacón slogan de su campaña política.
Está tan sorprendido del número de los corruptos que le han hecho enorme daño a México, que no habría cárceles disponibles si se procediera en su contra, y le impresionan las dificultades que va a enfrentar para pacificar al país si no echa mano de una Guardia Nacional, aunque muchos ciudadanos le reprochan que, militarizar las corporaciones y cuerpos civiles que velan por la seguridad pública, pavimenta el camino seguro hacia la dictadura, de acuerdo con antecedentes históricos en otras naciones del mundo.
Según él, hay que darle vuelta a la página y hacer a un lado el agravio a todo México de parte de la mafia del poder y de ola oligarquía cuyos miembros no tienen llenadera. Perdón y olvido. Y, sin embargo, no a todos convence ese empeño suyo en amnistiar a los corruptos, o simplemente dejar que los procesos judiciales sigan su marcha sin tocar con el pétalo de una rosa a los que hayan hecho de las suyas del 1 de diciembre hacia atrás. Se trata de un borrón y cuenta nueva. Un punto final como en la Argentina después de la dictadura militar. Los abraza con su consideración. “No voy a desatar una persecución, que no es buena para nadie, y puede sumir al país en una confrontación estéril . La venganza no es mi fuerte ni soy hombre de rencores. No habrá represalias”, afirmó una y otra vez. “No vale la pena empantanarnos al estar persiguiendo a los corruptos… Hay que decirle no a la cacería de brujas. Es preferible la tranquilidad”.
Así es que la amnistía supuestamente pactada con Peña Nieto le permitió a éste irse feliz, igual que su gabinete. La impunidad en todo su esplendor. Quizá por eso López Obrador prácticamente ya ha exonerado a Javier Duarte, ex gobernador de Veracruz, considerándolo “un chivo expiatorio” y respecto a la “Estafa Maestra” simplemente le dijo a la sospechosa de tan infame trama: “No te preocupes, Rosario”, de manera que la ex perredista y hoy aferrada priísta Robles Berlanga no tiene nada que temer como ex Secretaria de Desarrollo Social, en la que investigaciones muy serias encontraron un tremendo fraude. Ni Luis Videgaray ni Manlio Flavio Beltrones han de preocuparse por la triangulación de dinero a través de empresas fantasmas para beneficiar al PRI en las campañas electorales. Ni el ex secretario de Comunicaciones y Transportes, Gerardo Ruiz Esparza saldrá raspado de los señalamientos en su contra. Olvidemos el pasado y vivamos el presente, es ahora el lema de AMLO respecto a la corrupción. “El 1 de diciembre empieza una nueva etapa. Se acabó el viejo régimen”.
De ahí que puntualiza con marcado énfasis y optimismo que no perdonará a nadie que cometa actos de corrupción del 1 de diciembre en adelante, incluyendo a sus familiares. Y ha ha prometido que al acabar con la corrupción, terminará la afrenta de ver a México en un vergonzoso lugar número 135 entre 186 medidos en este rubro.
Sin embargo, ante la insistencia de sus críticos por dejar ir vivos a tantos corruptos, como él dice, se protege a su manera: “Si el pueblo, a través de una consulta, quiere justicia y no venganza y que se aplique la ley, habría que empezar de arriba hacia abajo”, sostiene. “Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto serían los primeros en ser juzgados”. Y recalca que ellos fueron cabeza del neoliberalismo que convirtió a México en un botín y que empobreció a una inmensa mayoría de la población.
Por lo pronto todo mundo puede dormir tranquilo. AMLO no contempla perseguir a nadie. Los delincuentes que disfrutaron el poder y amasaron una fortuna no se esconderán de nadie porque imperará el perdón y olvido. Y los raterillos de poca monta en la administración pública no tienen por qué preocuparse. No habrá represalias. ¡Felicidades, corruptos! ¡Se salieron con la suya!…