Durante 12 días nadie del Hospital 270 del IMSS de Reynosa me había reportado la salud de mi hermano César desde que ingresó la noche del 22 de junio.
Ni una voz del departamento de relaciones públicas, servicio social o de atención a pacientes Covid-19 (si existen) había escuchado hasta este sábado 4 de julio.
En este tiempo tuve el privilegio de tener información del director Leyva y del médico intensivista Leal, de quienes recibía el reporte del estado de salud de César. Pero desde el jueves al intensivista lo cambiaron de clínica y me he quedado en el limbo.
El último reporte lo escribí porque tuve información de rebote. Y el nuevo intensivista Castillo me dijo que hasta el domingo me puede dar información. Le he mandado mensajes de WhatsApp sin tener respuesta, entendiendo que está demasiado ocupado.
“Sus signos son estables y está evolucionando favorablemente”, es lo último que supe a la 1:20 de la madrugada de ayer viernes. Y a mediodía me hablaron de epidemiología para decirme que le iban a hacer la prueba de Covid, pero la voz femenina que escuché me aclaró: “Para conocer el estado del paciente no es con nosotros, sino con los médicos”.
Por un amigo que tiene a su suegra en la Clínica 4 del IMSS en Monterrey y su esposa en el San José, me enteré que a diario reciben una llamada. Tampoco he sabido si a César le hicieron o no la hemodiálisis.
Hasta he pensado tomar carretera para estar bajo el sol en la carpa ubicada afuera del 270 donde los familiares esperan información tras ser ingresados por la rampa de Urgencias.
A mis amigos me gustaría darles más información sobre el estado de salud de César -porque desde anoche y durante la mañana me han preguntado-, pero lamento decirles que estoy más enterado de cómo pasó la noche y la madrugada la suegra y la esposa de mi amigo.
Dios las cuide con nuestras oraciones. Y ahora siento lo que sufren el resto de los parientes de pacientes intubados Covid. Espero pronto comunicarles buenas nuevas. ¡Dios con él! #FuerzaCesar