El Porvenir de Monterrey cumple 100 años en febrero del próximo año; un siglo que muy pocos diarios en México pueden presumir; una escuela de muchos periodistas que en su redacción se formaron porque fue una prolongación de las aulas universitarias en tiempos cuando la llamada “vieja guardia” de reporteros empíricos empezó a ser desplazada por egresados, principalmente de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UANL.
Eran mediados de los años 80 cuando me tocó sentarme en un cubículo de paredes a media altura color crema de la sección Cultural. Bien recomendado -debo admitirlo con agradecimiento-, por el maestro Silvino Jaramillo (QEPD) quien era encargado de la página La Vuelta a la Manzana que se publicaba semanalmente con crónicas urbanas y entrevistas a personajes anónimos.
—Yo quiero ser reportero de Deportes—, le dije siendo su alumno en la Facultad.
—Tu mete la primera pata en El Porvenir y luego te irás acomodando donde más te guste—, me sugirió.
Y con los miedos normales (porque de cultura entendía poco o nada) de un estudiante de séptimo semestre y a un año de egresar, un 17 de septiembre de 1984 -previa cita para conocerme y leerme la cartilla-, me puse bajo las órdenes de mi coordinadora (editora) Rosalinda González.
Nunca he olvidado cuando llegué esa mañana y me presentaron con mis compañeros: el subcoordinador de Culturales, Sergio Cárdenas (QEPD); y los reporteros y compañeros durante buen tiempo como Juan José Cerón, Blanca Ruiz y Hernando Sóstenes Garza.
Cerón, egresado de la Universidad Regiomontana, parecía asiático y tenía una segunda pasión dentro del periódico: la fotografía, mismo que posteriormente lo hizo ser el jefe del departamento. Después emigró a El Norte de donde se jubiló pocos años atrás.
Cárdenas era de baja estatura y colaboraba en una columna que se llamaba El Reloj del Ocio. Era como el programa Ventaneando de TV Azteca pero con críticas a personajes del ambiente cultural. Cada línea que se publicaba levantaba ámpula y debía ser autorizada por Rosalinda.
Ruiz había trabajado en El Norte, si la mente no me falla, y era una reportera respetada en ese círculo “culturalesco”. Hernando era egresado de la UANL. Duró unos años y también cambió de piel por la empresa de Washington y Zaragoza, como muchos otros de El Porvenir. También estaba en esa redacción el poeta Sergio Cordero.
A dos años y meses de ingresar Jesús Cantú Escalante, el director gerente del periódico, me hizo ser coordinador de Culturales porque Rosalinda había cambiado de empresa. El Norte estaba insaciable “pirateando” reporteros y editores para debilitar al periódico de la calle Galeana.
Tiempo más tarde ingresaron como reporteras Elvira Ramos y Blanca Esthela Martínez, coincidiendo con la llegada de un crítico de arte de nombre Xavier Moyssén a la sección, primero como asesor, motivo por el cual Rosalinda aceleró su salida de El Porvenir.
Nunca estuve cómodo con Moyssén en el mismo espacio del rincón de aquella redacción y pedí a Jesús mi cambio. Me incluyó en un equipo de reporteros de investigación conocido como El Equipo Swat junto Luis Angel Garza, David Carrizales, Juana María López, Javier Nava y Héctor Hugo Jiménez.
Esa es una brevísima parte de una historia de El Porvenir en su primer siglo de vida.
(Continuará…).