Este martes tuve que “desconfinarme”, atravesar de ida y vuelta tres municipios metropolitanos. Apenas bajé un par de minutos del taxi. A pesar de la amenidad de la taxista, no pude dejar de notar un entorno urbano idéntico al que había visto antes de la epidemia, tanto en peatones como en vehículos. No fue el caso de mi amable chofer(a), pero tanto en autos como en algunos negocios, noté a personas con el cubrebocas bajo la nariz, o sea, de oquis. No me extraña que el control de la enfermedad sea tan lento. Mientras los altos mandos locales en esta guerra se regodean en sus aburridos anecdotarios, su autopromoción y sus lamentables lamentos, la infantería se lanza a la batalla con las armas descargadas… “está el tres pa’l ocho”. ¡Patético!
No es que sea sensible ni depresivo…, creo, pero si me conmueve un perro atropellado, con mayor razón la fragilidad de millones de personas frente a un enemigo tan poderoso. No es necesario ser depresivo crónico. La depresión es una semilla con la que todos nacemos. Nosotros y los otros hacemos que germine. Y este momento es el más propicio. Meses de confinamiento e incertidumbre abonaron nuestro espíritu. ¡Cosechamos ahora!
Sí. Estamos extremadamente débiles. No sólo como para enfrentar una enfermedad virulenta y mortal, también para defendernos con inteligencia de la manipulación. Desde hace meses estamos en tiempos electorales. Sin campañas, ya había campañas. Si ya antes éramos tan tontos como para creer a los políticos, hoy podemos llegar a ser hasta estúpidos. Y con creces hemos demostrado en el pasado que en eso no tenemos límites. Sí, sobre todo en Política yo también soy estúpido, pero al menos intento ponerme un límite: la desconfianza. Quisiera abundar en esto, pero este breve viaje, donde el entusiasmo de una ama de casa metida a taxista por necesidad destacó, por contraste, el desolador panorama, sólo abonó a mi plantita depresiva que ojalá floree pero no dé frutos.
Con este ánimo, ni ganas de escribir. Así que aprovecharé la noble paciencia de mi editor en ScriptaMTY, Obed Campos, para refritear algo que escribí hace tres años, cuando se discutía el presupuesto asignado a los partidos políticos. Han de disculpar quienes suelen leerme.
“Cierto. Las leyes garantizan el subsidio de los partidos. El espíritu de esto es que se mantengan vigentes las opciones políticas y que, a la hora de promover candidaturas, no existan partidos en desventaja, todos con las mismas opciones para exponer sus proyectos a los ciudadanos. Sí, pero lo democrático se desmorona desde su origen. Lo que el Estado debe garantizar es la supervivencia de las ideologías de los partidos. Si tiene más o menos militantes, la ideología es la misma. Por lo tanto, los recursos regulares que se les destinen deberían ser los mismos para todos, y sólo los suficientes para mantener una infraestructura básica interna, no electoral sino didáctica y de investigación. Los recursos para mantener y controlar una militancia más o menos numerosa son responsabilidad de la propia militancia no del Estado.
“En tiempos electorales los recursos deberían incrementarse en función de las plataformas que necesitan para que cada candidato exponga su proyecto a los ciudadanos. Panorámicos, posters, afiches, ‘pintas’, entrevistas ‘a modo’ en radio y TV, etc., no exponen algún proyecto, sólo exhiben al candidato. Esto no debe ser pagado con recursos del Estado. En cambio, sí es válido usar esos recursos en espacios mediáticos que expongan y expliquen proyectos, como debates, publicaciones, programas (inteligentes) de TV y radio, interactivos en redes sociales, dinámicas de campo, eventos masivos (no ‘fiestas populares’), etc. ¡Claro! Aunque, siendo estrictos, deberían ser las instituciones electorales las que hagan las campañas, llevando a los ciudadanos las propuestas de los candidatos con rigurosa equidad.
“Pero, como las leyes las hacen los legisladores, y los legisladores no representan a los ciudadanos sino a los partidos, con tanto descaro que hasta se dividen en ‘bancadas’ cuando el debate parlamentario debería ser entre ciudadanos… Por esto es por lo que, reducir o eliminar recursos a los partidos sí es ilegal por ahora, pero, por supuesto, es injusto. Y cuando una ley promueve una injusticia deja de ser legítima, y una ley ilegítima ya no es ley, así diga lo contrario la Suprema Corte de Justicia.”
PD: la depresión y la pereza son como hermanas, pero la pereza es mucho más guapa.