Sería sin lugar a dudas determinante para decidir mi voto en los próximos comicios, el que el candidato de mi elección promoviera con el ejemplo, la dignificación de la función política. Por mucho tiempo ya, la dignidad de la política ha sido ignorada y olvidada perdiéndose en una pobreza ideológica y en una ausencia de principios como nunca antes. Ser político se ha convertido más en un estigma que en un elemento aspiracional. “Es por tanto esencial que los valores que se elijan y que se persigan en la propia vida se correspondan con la realidad del hombre, es decir, sean verdaderos.” Es decir, Debe haber coherencia, congruencia y consistencia entre el político y su política. La dignidad se ha convertido en un valor olvidado que solo nos ha dejado un ejercicio político devaluado.
Pero ¿Qué es exactamente la dignidad? La dignidad es la cualidad de digno que significa valioso, con honor, merecedor y el término dignidad deriva del vocablo en latín dignitas. Por ejemplo, a la hora de cumplir con los compromisos, la dignidad se refiere a la formalidad, a la honestidad y a la honra de las personas.
Por mucho tiempo ya hemos presenciado y padecido el deplorable espectáculo que los políticos hacen de sí mismos: discursos manipuladores, debates groseros y vergonzosos, un circo de payasos bocones mareados en un ladrillo, diatribas insensatas, posturas improvisadas y sin fundamento, denostaciones vulgares y sin autocrítica, son solo algunos ejemplos de las muchas faltas de respeto que los políticos han mostrado tener hacia sí mismos y hacia el pueblo. No tienen observancia alguna de la dignidad propia ni ajena, ni desde el poder ni desde la oposición. Por eso es que resultan tan miserables los unos como los otros. En su ególatra y soberbia negligencia, han convertido a la política quizás en el más indigno de los oficios.
Por ende, el candidato de mi elección, si es que llegase a existir, será aquel o aquella que desde el ejercicio de su propia dignidad, dignifique la labor política. Para eso, deberá resistirse a la tentación de contender a punta de pellizco y nalgada o de dimes y diretes cínios, sarcásticos u ofensivos como cualquier “sapo bigotudo” en un talk-show de Laura Bozzo; deberá abstenerse de opiniones o actos de la persona misma a quien se dirige, para confundirla o tratar de convencerla, habrá de detenerse antes de incitar a las masas a base de divisionismos peyorativos subestimando a la más elemental inteligencia ciudadana, deberá mostrar un profundo respeto hacia el bien común trabajando para fortalecer el ya muy desorientado sentido común de las personas.
En pocas palabras, será aquel o aquella que en su manera de comportarse, lo haga con gravedad, seriedad, decencia, gallardía, nobleza, decoro, lealtad, generosidad, hidalguía y pundonor.