Cuando era niña todas las noches rezaba el Padre Nuestro, el Ave María y una oración al ángel de la guarda que mi mamá me enseñó.
Más grandecita entré al catecismo para hacer mi Primera Comunión y después la Confirmación y aprendí muchas otras oraciones, y recientemente me he enterado que algunas han sufrido cambios.
A la par de eso iba a una casa en donde un americano, su esposa e hijos daban estudio bíblico a pequeños de la colonia.
Primero fui una niña más, después trabajé ahí horneando las galletas que los niños preparaban, lavando las vasijas que utilizaban y haciendo algo de aseo.
Recuerdo que siempre alabó mi manera de leer y el me enseñó a hablar con Dios sin oraciones
aprendidas, solo con lo que salía de mi corazón.
Siendo una adulta supe sobre los Testigos de Jehová y admiré su disciplina, preparación y fe, y supe que quizás son de las comunidades religiosas más sólidas que existen y que el estudio es un pilar muy fuerte en su organización.
Puedo decir que soy católica, porque tengo casi todos mis sacramentos, pero, no soy una buena católica, pues no cumplo con todas las actividades que debiera.
Sin importar la fecha voy a la iglesia cuando siento “el llamado”, no sé cómo describirlo, pero es algo así como una necesidad.
Casi siempre que entro o escucho sus cantos me dan muchas ganas de llorar, alguien me dijo una vez que quizás era la forma en que Dios llamaba a mi corazón.
Soy de la idea de que El está en todas partes y que no importa cómo, dónde y cuándo puede escucharnos.
Anoche después de mucho tiempo hablé con Él, de todas las maneras que conozco: con las oraciones aprendidas y con lo que mi corazón improvisó.
Le pedí por toda mi familia, por mi ciudad, por mi país, por el mundo, porque son tiempos difíciles.
Por los médicos y todas las personas que deben salir de sus casas todos los días, por los que buscan el pan, por los que sufren.
No me quedé dormida a mitad de las oraciones como tantas veces me pasó, quizás porque realmente abrí mi corazón.
Creo que no importa lo que seas o como te describas, si crees en algo está bien y es bueno.
Le ayuda a tu corazón, a tu alma y por qué no, también a tu mente a tener paz, un descanso.
No juzgues a quienes creen, respeta a los que se entregan a su fe, si eso te ayuda a ser buena persona y a calmar tu sed espiritual es por ahí, sigue el camino.
De la manera que gustes, de la forma que quieras, pide por los demás, deséale cosas buenas, atrae el bien para todos, porque ahora lo necesitamos.