Este domingo hay elecciones en Tamaulipas…
Estamos justo a seis años de aquel asesinato de un candidato priista a la gubernatura que dejó muy en claro quién manda en esta entidad.
El crimen organizado a través de gobernadores como Tomás Yarrington y Eugenio Hernández controló el poder en Tamaulipas mucho tiempo.
En la actualidad la guerra en todos los frentes ha arreciado. Y Tamaulipas no es el único estado donde el crimen organizado quiere su carta de naturalización para tomar “en forma oficial” descaradamente y ya sin disimulos de por medio, el control de las finanzas públicas, asignación de obras y captación de recursos federales en forma directa.
Por supuesto, sin descontar la protección para sus comandos para el trasiego de drogas por este importante punto de paso hacia el mercado estadounidense.
Hasta hace algunos años, en Veracruz por ejemplo, los narcos llegaron hasta la presidencia municipal y le dijeron al alcalde: “Queremos la asignación directa de obras para esta y esta compañía. Si no, ya sabes”.
Y si eso lo multiplicabas por 200 municipios, entre grandes, medianos y pequeños, era una forma “oficial” de obtener ingresos en la narcopolítica.
Hoy, el tema es diferente.
Si antes los priistas fueron señalados por los panistas de ser quienes inventaron y protagonizaron azarosos capítulos de la novela llamada “La Narcopolítica Mexicana”, hoy son precisamente los candidatos albiazules quienes están perfectamente enfocados a retomar el poder soportados por el crimen organizado.
Miguel Ángel Yunes Linares en Veracruz, acusado y exhibido profusamente por sus nexos con el crimen organizado y con pederastas como Jean Succar Kuri y Kamel Nacif fue el orquestador de aquella primera fuga del “Chapo” Guzmán en tiempos de Vicente Fox, un tema archivado en el olvido de muchos.
Hoy quiere ser gobernador en Veracruz.
En Quintana Roo, Carlos Joaquín González -medio hermano de Pedro Joaquín Coldwell- ha sido señalado por sus nexos con la mafia internacional italiana y rusa, que tiene Cancún como punto importante de operaciones para el trasiego de drogas y la trata de personas, sin descontar los cárteles mexicanos que usan las pistas de las planicies quintanarroenses y las playas de esa entidad para recibir cargamentos de droga de Colombia y Bolivia con destino a Estados Unidos.
Y en Tamaulipas, Francisco García Cabeza de Vaca es otro de los arietes utilizado por un grupo que quiere volver al poder, encabezado por Felipe Calderón, y su dirigente nacional Ricardo Anaya Cortez, pero vendiéndole el alma al diablo.
Lejanos quedaron ya los tiempos en que les creías a panistas como don Luis H. Álvarez, Manuel J. Clouthier, Pablo Emilio Madero, Fernández de Ceballos, Pancho Barrio o Vicente Fox.
Cuando probaron las mieles del poder, se trasformaron. Marthita hasta soñó con ser presidente de este país y Felipe quiere serlo de nuevo, pero ahora a través de Margarita.
Lo que tendría que analizar el elector tamaulipeco es: ¿Vale la pena seguirles dando la rienda a gente como Cabeza de Vaca?
Un político que salió de la nada y hoy presume una riqueza millonaria ostentosa perfectamente explicable por sus turbios nexos con el crimen organizado.
Por si fuera poco, apoyado por un candidato “independiente” Francisco Chavira, que fue “convencido” de sumar esfuerzos a la causa de Cabeza de Vaca.
La gente de Tamaulipas, derecha, entrona, valiente, sufre por tener que soportar una ola criminal incontrolable hasta ahora, pese a los esfuerzos de la autoridad que se ha visto rebasada en sus acciones.
Probablemente Baltazar Hinojosa no es el candidato idóneo para gobernar esa entidad, sin embargo hay que reconocer su valentía de llamar a las cosas por su nombre y enfrentar el peligro que representa Cabeza de Vaca para Tamaulipas.
Dicen que cada pueblo tiene los gobernantes que se merece. Difiero.
Tamaulipas y su gente merece mucho, pero mucho más que un delincuente como Cabeza de Vaca.
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