Este pasado fin de semana inició la temporada de otoño en la que se da una igualdad de horas de día con las de noche, lo que por ende debiera acarrear un equilibrio emocional en todos nosotros, pues incluso la temperatura es ya más benévola.
El ulular de una sirena me regresa a la realidad y me hace recordar que debemos mantener permanentes medidas de precaución, el mal sigue corriendo por las calles como desde hace 14 años y con una frecuencia que ya no es motivo de asombro.
En cambio si resulta deprimente ver el comportamiento de las barras futboleras de Monterrey, el salvajismo que externaron es obvio que lo han venido almacenando durante meses y ya eruptó como consecuencia de esa estúpida rivalidad que han mantenido los fanáticos de tigres y rayados.
De veras, es absurdo que un deporte tan insulso como lo es el soccer -al menos en México-, despierte tantos sentimientos negativos en sus espectadores, mientras que a sus jugadores y que por cierto les pagan demasiado bien hay se la llevan casi hasta cordialmente.
Los medios de comunicación también tienen parte de la culpa al hiperbolizar la importancia del encuentro como si del resultado dependiera la honra y prestigio, luego los seguidores de cada equipo empiezan con la “mosca” en la escuela, en el café o la cantina y finalmente desemboca con violencia irrefrenable la rivalidad.
Lo sucedido este pasado sábado en Monterrey, aparte de dar con los responsables amerita prevenciones y una de ellas es erradicar el azuzar pasiones por un clásico que lo que menos ha tenido es precisamente: ¡clase!
Pero inicia la semana y en el transcurso de la misma la sala regional del TEPJF en Monterrey resolverá los casos de varias ciudades de Tamaulipas, la sentencia que dicten al respecto obvio no dejará satisfechas a todas las partes y por ello esta historia continuará. Que la pasen bien.