Cumplí 56 años, sin embargo mis dos pequeños hijos me han restado como 15; Héctor Hugo pone a prueba mi condición física cuando arranca a máxima velocidad al escapar de las manos de su mamá o su abuelita, y Marco Sebastián, él es pura sonrisa ante un piropo femenino por el gris de sus ojos.
Entre los dos cargo 24 kilos, qué importa, mis brazos aún pueden. Paola entiende que como padre tengo que ser estricto, pero cuando Héctor Hugo rebasa el límite de la indisciplina ella lo endereza. Cuando él nació tenía 52 años y creí que sería difícil ser padre después de 26 años… y mas cuando la familia creció con Marco Sebastián.
Cierto, a veces los paseos son cansados, sin embargo al llegar a casa disfruto ayudarle a Paola a bañarlos, a cambiar pañales y ponerle las pijamas. Una vez escuché una frase de un gran amigo (Hugo Díaz) que la llevo en el corazón: “Dios me mandó a mis dos hijos varones ya grande”.
Cuando Andrea vino al mundo tenía apenas 25 años. Eran otros tiempos. Y si con ella fui un padre novato, a veces impaciente e inexperto, ha sido testigo que con sus hermanitos superé mis errores.
En mi cumpleaños 56 no puedo pedirle a Dios más de lo que tengo: salud, lucidez en mi trabajo, una familia, tres hijos, la mejor esposa… y la mejor madre para ellos.