Estamos ante una nueva manera de gobernar. O, mejor dicho, ante una manera añeja (vintage, dirían los expertos) y, por lo tanto, “nueva” de hacer las cosas desde el gobierno. En efecto, Andrés Manuel López Obrador está proponiendo, si bien no regresar a los modos y las formas del “príato” anquilosado y perenne que padecimos durante más de 70 (setenta) años, sí ha puesto sobre la mesa la figura del presidente-todo-poderoso que existía en aquellas épocas.
El poder legitimado que adquirió dado su avasallador triunfo el pasado mes de julio, la mayoría absoluta que su partido (Morena) alcanzó tanto en la Cámara de Diputados como en la de Senadores, el modo como se ha deslindado de esa corrupción evidente del régimen anterior y, finalmente (aunque no es lo único), las nuevas maneras de comunicar – con sus inigualables conferencias de prensa matutinas – le han permitido alcanzar una popularidad poco antes vista dentro de nuestra incipiente democracia mexicana y ser el epicentro de toda la actividad pública del país.
El Presidente de México es protagonista y le gusta ese protagonismo. Todo gira en torno a su persona y sus decisiones. Su visión del Estado (si es que la tiene) sólo él la tiene clara. Sus colaboradores van, cual cardumen que sigue al macho alfa tras de él afirmando y confirmando lo que señala. Y de no ser así regresa la página y borra lo dicho por aquellos, pues “hay malentendidos”. La primera y la última voz es la del Sr. Presidente López.
Y no se trata de calificar si esto es bueno o malo. Aquí no hay valoración ética. Tampoco de determinar si es viable o no para el país una estrategia así. De lo que se trata es de ubicar (de identificar) que estamos ante un diferente estilo de hacer política. Dicen los expertos historiadores que Miguel Hidalgo tenía un perfil similar, lo mismo Benito Juárez y Lázaro Cárdenas. Esta cuarta transformación (la famosa 4T) retoma, en la presencia de AMLO, esas características políticas y de personalidad: al presidente como epicentro del cosmos político mexicano.
Para México tener un Presidente todo-poderoso no es nuevo. Sin embargo, tener un Presidente mediático y popular a la manera de cómo lo fue en su momento Juan Pablo II sí que es novedoso y, aunque no para muchos (aunque sí para la mayoría) esperanzador. AMLO ha pasado de ser
“Una amenaza para México (de acuerdo a la propaganda que vendió Felipe Calderón durante la campaña presidencia de 2006) ha convertirse en una esperanza para el País.
Para bien o para mal, la mayoría de la población está de acuerdo con este flamante presidente mexicano. Cosa contraria a lo que sucede a nivel internacional, pues las expectativas que de él y el País se tienen se ven con muchas reservas. Es decir, este AMLOcentrismo hacia adentro parece que está funcionando y no tanto hacia afuera. Y pues claro, se cumple lo que se dijo en campaña: se buscará el fortalecimiento de la economía y la cuestión social internos.
Insistimos con la idea, hay todavía tiempo y mucho por hacer. Son muchas las expectativas y esperanzas. Pero también es poca la paciencia que algunos sectores tienen.
Esta Jirafa seguirá atenta.