AMLO ofreció un gobierno austero y honesto, lo primero, lo está cumpliendo con el conjunto de normas que través de los legisladores morenistas ha creado; lo segundo está por verse, porque no se es honesto por decreto sino por virtud en lo individual o cultura en lo colectivo, de ahí la reticencia en creer que la honestidad aleteará por todas las dependencias del servicio público, ya que habrá resistencias entre los que se quedan o inercias entre los que llegan.
Y es que ni la honradez ni la austeridad es lo que ha caracterizado a los gobiernos, por ello ya hay fricciones entre el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial, éste último se niega a someterse a las nuevas reglas para fijar los salarios, no aceptan ganar menos que el presidente de México y van a recurrir a los tribunales internacionales, hacerlo ante la corte de la que forman parte los desacreditará y causará linchamientos.
Sin embargo, no se puede soslayar que configurar un gobierno austero y honesto no va a ser de corto plazo, pero por lo pronto, la alta burocracia del Poder Ejecutivo tendrá salarios moderados y sin privilegios, falta que los gobiernos estatales y municipales hagan lo propio para estar acordes con la austeridad de la cuarta transformación.
El Poder Judicial es por hoy la voz discordante en la república austera que preconiza López Obrador, y van a salir raspados de esa confrontación en defensa de sus intereses, pues una cosa es tener salarios dignos y otra salarios altos en un país donde más de la mitad de su población son pobres.
La independencia, autonomía y entereza de un juez no la da su salario sino sus principios, hay sobrados ejemplos al respecto y de ellos les platico el próximo lunes. Ya empieza diciembre con sus posadas.