Todavía hasta hace algunas elecciones la afirmación de que cualquier candidato que surgiera de las filas del PRI ganaría, aunque fuera un perfecto o perfecta desconocida, era una verdad irrefutable.
Un militante muy reconocido dentro del PRI nuevolaredense, Juan José Zárate Quezada, siempre dice “ya díganos quién será el candidato, quien será el candidato, quien sea, para apoyarlo, porque con la estructura priísta lo hacemos ganar”.
Hoy, los resultados adversos a partir del 2000 modificaron esa percepción de que la “cargada” asegura triunfos, aún cuando los candidatos no tengan militancia, ni sean conocidos por la ciudadanía. Para definir candidaturas, todos los partidos, y más el PRI, si quiere ganar la elección federal, habrán de ser cuidadosos en la selección de prospectos.
La historia reciente, en el 2000 y el 2006, muestra que la ciudadanía no tiene una gran fidelidad por el priísmo. La pérdida de las senadurías y de la mayor parte de las diputaciones hace seis años, mostró que nada está escrito para el PRI, ni para ningún partido en Tamaulipas.
Las elecciones federales del 2006 fueron sui géneris, un candidato presidencial perredista súper posicionado, un candidato priísta cuestionado hasta por sus correligionarios y un candidato panista crecido por el desprecio del Presidente de la República, emanado de su propio partido, dieron los resultados de sobra conocidos.
Aunado a la tesis de que fueron los propios gobernadores priístas quienes le dieron la espalda a su partido, para no dejar de ser virreyes y disponer del erario sin cuestionamientos, como a la vuelta de tres años se pudo constatar ante el monto de la deuda que dejaron en sus entidades.
Las circunstancias en esta ocasión no están sencillas para el PRI, aún cuando los asistentes a la toma de protesta del gobernador del Estado de México, le hayan gritado “presidente, presidente”, a Enrique Peña Nieto, el mandatario saliente.
Y no serán sencillas porque en un escenario donde Josefina Vázquez Mota sea la candidata panista, Marcelo Ebrard sea el del PRD y Peña Nieto el priísta, los tres tienen una trayectoria más o menos destacada.
Marcelo posee experiencia en la administración pública y gobierna una de las ciudades más grandes del mundo, Josefina ha sido secretaria de Desarrollo Social y de Educación, diputada federal, y Peña Nieto recién deja la gubernatura de uno de los estados más ricos del país.
Los tres tienen lo suyo, ésta vez la caballada no está tan flaca.
Viéndolo desde esa óptica, qué sucederá con Tamaulipas, porque el entorno inmediato es lo que más preocupa y ocupa.
El PAN con sus problemas al interior tendrá que definir candidatos en un ambiente muy tenso, el PRD elegirá a alguno de los pleitistas que tiene en su haber y que se cuentan por decenas.
Y lo que se refiere al PRI, es otra cosa, la decisión como siempre recae no en el partido, sino en un solo hombre, quien palomea las candidaturas es el gobernador en turno.
En el caso de Tamaulipas, ¿el gobernador está consciente de la importancia de tener buenos interlocutores en el Congreso federal? O bien, optará como Eugenio en dejar que las cosas fluyan y otro partido, sea el PAN o el PRD ganen esas posiciones, porque una candidatura presidencial exitosa “jala” votos y deja descobijados en los estados.
Recuérdese a José Manuel Assad Montelongo, amigo muy cercano a Eugenio, pero con cero simpatía, trayectoria priísta y arraigo popular.
Entonces, quiénes serán los candidatos en Tamaulipas, los amigos, cercanos a los afectos, o quienes tienen un trabajo demostrado en sus partidos y en cargos públicos que aseguran votos.
Es la pregunta.
DESFILE SITIADO
Ayer y hoy el sentimiento festivo ha estado ensombrecido por la tristeza. Tres años han transcurrido de zozobra y preocupación en estas fechas tan importantes para los mexicanos. Ya no es posible seguir así.
Correo electrónico: derrotero@hotmail.com
Twitter: @derroterotam
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