Finalmente, luego de infinidad de dislates, le oí una idea cuerda al senador Samuel García. El controversial joven rechaza una unión de partidos contra Morena, que equipara o más bien personifica como el presidente López. Dijo, y tiene razón: “Me daría vergüenza que en Nuevo León la elección se concentre en ver si eres de Morena o Anti-Morena, porque entonces ¿qué nos da identidad cómo estado? No se trata de ir contra nadie”. Propone, en cambio, una alianza a favor de Nuevo León, para salir de la crisis en que nos va a dejar la epidemia.
Aunque yo más bien veo dos crisis, mínimo: una causada por el Covid y otra por el actual gobernador.
Yo no me entusiasmaría demasiado por la súbita sensatez del “senatore”. Cualquiera que se haya puesto a dieta sabe de qué hablo. Tras contener heroicamente nuestros excesos, solemos recaer en ellos con más pasión que antes. Esto pasa cuando no lo hacemos por convicción sino sólo por cambiar la imagen que queremos proyectar en los demás. Y esta última es la razón más obvia del legislador, y además urgente, porque tras meses de hacer desfiguros y justificar yerros inútilmente, su ambición muy personal de ser gobernador está en riesgo.
Lo cierto es que Samuel tiene razón. Gabriel Quadri, quien propone tal aberración aliancista, es solo un esperpento en la política mexicana. No considera que en aras de las alianzas los partidos se exponen a perder identidad. Un ejemplo es el Partido de la Revolución Democrática, que aunque todavía conserva una base militante respetable, dejó que otros colores, otros partidos, acabaran percudiendo el majestuoso amarillo del sol azteca. Pero unir a todos contra el otro bloque que muy seguramente se formaría, es todavía más peligroso, porque forzaría a los mexicanos a elegir entre dos propuestas que no tienen qué ver con proyectos para la administración pública sino con posturas frente a un régimen. Ya estoy muy viejo como para que me pongan en el dilema de quedarme “con melón o con sandía”.
Es obvio que la figura presidencial pesa en el ánimo elector. Siempre ha sido así, y siempre se usó. Ahora, todos los partidos que se beneficiaron de eso en el pasado, resultaron muy escrupulosos: un insólito purismo democrático. Tan pesa esa influencia que es muy posible que los candidatos de Morena y sus aliados tengan, si no la bendición por lo menos el “nihil obstat” desde Palacio Nacional. Claro, hay urdimbres muy singulares dentro de Morena y dentro del gobierno federal que podrían darle otro matiz a selección de candidaturas. Una curiosidad histórica, en todo caso.
Lo interesante es cómo se van a conformar las candidaturas “de oposición”. Yo me inclino a pensar que en esto no habrá nueva normalidad, sino la misma normalidad de antes, la de siempre. En Nuevo León, además del multiautocitado “senatore”, hay otros más que quieren sentarse en el trono de Jaime Heliodoro I. En el mismo tono están los suspirantes a otras candidaturas. En todos, o a menos en la mayoría de los postulantes, no veo que se esté planteando un proyecto de gobierno o legislativo. Veo a personas que con autosuficiencia, influencias o padrinazgos intentan imponerse a otros que… hacen lo mismo. Todos arrastran un pasado partidista complejo y cuestionable. Como funcionarios públicos muchos ya han demostrado que son muy buenos para cualquier otra cosa.
En estas condiciones, en plena temporada de codazos y zancadillas, ninguno tiene tiempo para armar una propuesta que convenza a la militancia de sus partidos y a los ciudadanos. Pero eso no importa, porque esas candidaturas no las deciden y nunca las han decidido ni los militantes ni los ciudadanos, tienen que conformarse con lo que hay. Esa es la vieja normalidad en nuestras elecciones.
Aunque debo conceder que el “senatore” García sí parece tener un esbozo de proyecto, o al menos eso se entendería de su TUPON (Todos Unidos Por Nuevo León). Es un garabato retórico, pero tiene mucho campo para desarrollarse. Una ocurrencia afortunada. Aunque personalmente no confío demasiado en este joven político.
Ni modo. Hay que esperar a ver cómo se conforman las candidaturas y las alianzas. Los ciudadanos no tenemos ni voz ni voto en eso. Sólo recomendaría a los partidos que piensen muy bien cómo hacer sus alianzas y enroques. Aunque estemos llenos de políticos líricos, la Política es una ciencia, y todas las ciencias se conectan entre sí. Este caso me recuerda a las “afinidades electivas” en Química, donde al unir sustancias diferentes, o se fortalecen mucho con la unión o bien se deterioran rápidamente. “Ahi se los haiga”.