Lo irrelevante prima cuando no hay brújula que dirija los caminos de un país, de un estado, de una ciudad.
La polémica surgida por una carta enviada a destiempo, redactada por alguien corto de visión y cuya respuesta proviene de otro que aprovecha la invitación y se sube al carro del desconcierto, sólo para seguir ganando titulares y así quedarse más tiempo como presidente de España, habla de la lamentable mezquindad en que estamos envueltos a uno y otro lado del Atlántico.
En estos momentos resulta más importante para esta servidora la llamada de una sobrina preguntándome si es seguro que su hija, junto con tres amigos recorra la carretera de Tampico a Monterrey, que la mentada carta donde piden que pidan perdón.
En estos momentos es más importante que la señora, que ya está en edad de jubilarse, me llama para ver si puede ayudarme en casa porque no le alcanza el dinero para mantener su hogar.
O ver como el jardinero se siente desalentado cuando insiste ante el ayuntamiento de Ciudad Victoria que le doten de los instrumentos para hacer su trabajo en el parque público y nadie le da respuesta.
O cuando vengo recorriendo las calles de la capital del estado y observo las deplorables condiciones en que se encuentra la ciudad, llena de baches y basura.
Mientras el gobernador anuncia un plan de ayuda, que nunca llega, a las colonias de las ciudades con más alto índice delictivo de Tamaulipas.
O que el precio de las gasolinas no disminuye, pese a todos los alardes que hizo quien suscribió la dichosa carta de que así sería cuando fuera presidente.
Eso es relevante, no el pleito de sombras que escenifican allá en los cielos Andrés Manuel y Pedro Sánchez.
Los historiadores mexicanos metidos en el barullo intentan de manera timorata justificar la acción de Andrés Manuel, apoyándose en su formación escolar. Pobre argumento, difícil de sostener si nos vamos a las estadísticas y constatamos que buena parte de la población mexicana fue formada en ese mismo ambiente y no por ello anda solicitando que los españoles se disculpen.
En todo caso resulta más cercano y más relevante que los mexicanos le pidamos a los gobiernos, de todos los niveles, de varias décadas a atrás, incluyendo a los actuales mandatarios, se disculpen y se vayan de sus cargos porque no cumplen lo que prometen en campaña.
Eso sí es relevante.
Luego entonces, la carta, ¿a usted le importa? A mí tampoco…
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