A hoy, miércoles 23 de mayo, faltan 38 días para las elecciones del 1 de julio. Pero quitando 18 días del Mundial de Futbol que empieza el 14 de junio, y restando otros cinco días de veda electoral que inicia el 27, entonces realmente los candidatos presidenciales tienen 21 días efectivos para sus campañas.
Tres semanas exactas para que Ricardo Anaya, José Antonio Meade y Jaime Rodríguez Calderón, segundo, tercero y cuarto en las encuestas, respectivamente, decidan aliarse en un desesperado intento por impedir lo que parece inminente: la victoria de Andrés Manuel López Obrador.
Sin embargo, la declinación de Anaya por Meade, o de Meade por Anaya, es prácticamente imposible, sobre todo del priista a favor del panista. Pues de rateros y corruptos no baja Anaya a los tricolores, empezando por el presidente Enrique Peña Nieto a quien prometió meter a la cárcel si gana los comicios.
Aunque parece una mentira más fiel a la personalidad que le han publicitado sus contrincantes (cierta o falsa), Anaya se echó encima un saco de alacranes desde que empezó su campaña, lanzando sus misiles verbales contra López Obrador, Peña Nieto y su rebaño que, honestos honestos honestos… no pueden presumir serlo.
Si bien la candidatura de Meade fracturó y dividió al PRI enormemente -prueba contundente es que hubo priistas de varios Estados del país que brincaron a otros partidos políticos, sobre todo a Morena-, una remota declinación en favor de Anaya sería su entierro.
Mientras que en el PAN, si Anaya levanta la mano a Meade renunciando a su candidatura, no sólo es el último clavo en el ataúd de ese partido, sino sería como enterrarle la estaca a Drácula. Ya con la incisión por el caso de Margarita Zavala tuvieron los albiazules.
Como prometí, tampoco vi el segundo debate, pero estoy enterado a detalle desde la misma noche. Y supe que esta vez, contrario a la anterior, faltaron la cascada de menciones de sus adversarios de “como dice Andrés…”, “es que Andrés…”, “no es cierto Andrés…”, etcétera, que más que bajarle rating lo victimizaron.
Si bien hubo un agarrón entre Anaya y AMLO, y de Meade y Anaya contra el puntero de Morena, sorprendió que “El Bronco” estuvo menos beligerante y que, por momentos, fue aislado de la discusión que se lanzaban los otros tres.
En el caso de que AMLO gane las elecciones, la postura de “El Bronco” de irle bajando dos rayitas es lo mejor que puede pasar por el bien de Nuevo León.
Porque en las campañas se pueden calentar los ánimos y se pueden decir barbaridades.
Sin embargo, pasado el 1 de julio, lo que no se podrán borrar nunca serán las ofensas.
Y a estas alturas de las campañas, por instinto y por inteligencia, Rodríguez Calderón ya debió afinar su olfato de por dónde sopla el viento.