Monterrey , N.L.-
El editor Alfonso Castillo Burgos expresó emocionado que tuvo el privilegio de trabajar con libros, lo que consideró que ha sido su mejor oficio, después de haber sido músico, cirquero y farmacéutico.
“El mundo del libro es fabuloso. Pienso que mi vida ha sido el mundo del libro, no sé que hubiera sido si hubiera tenido otro oficio, pero el mejor oficio para mí, ha sido el libro.
“Y siempre procuro que la gente lea. En mi vida he regalado ciento de miles de libros y cuando me robaba libros me sentía feliz porque creaba yo un nuevo lector” afirmó Alfonso Castillo Burgos, quien presume de haber sido amigo de los expresidentes Miguel de la Madrid Hurtado, Ernesto Zedillo y Carlos Salinas de Gortari.
“Es lo que da el libro : da las relaciones públicas más importantes. Fui amigo de Zedillo, que decir de Miguel de la Madrid y también de Salinas de Gortari, porque con el libro hice muchas relaciones públicas y esa era mi vida”.
Lamentó que se ha perdido el diálogo entre el vendedor del libro y el cliente, que era una relación en la que se generaba al mismo tiempo un vínculo intelectual y afectivo.
Auguró larga vida al libro impreso, pues sigue siendo la base de la tecnología.
“La palabra escrita no va a desaparecer porque las grandes tecnologías se tienen que basar en el libro y las grandes universidades del mundo utilizan libros” aseveró.
Grandes Anécdotas
En un emotivo homenaje, Castillo recibió ayer por la tarde el reconocimiento al Mérito Editorial en la Casa Universitaria del Libro, ante su familia, amigos y algunos de los autores a los que les publicó cuando tenía su casa editora que operó desde 1974 hasta el 2006.
Recordando anécdotas personales y logros del editor nacido en Mérida, Yucatán, estuvieron el historiador Hector Jaime Treviño Villarreal, la poeta y también editora Jeannette Clariond, el director de Editorial Universitaria Antonio Ramos Revillas y el Secretario de Extensión y Cultura de la UANL, José Garza Acuña, quienes dedicaron unas palabras al homenajeado.
Ramos Revillas lamentó que ya la calle Morelos no era la misma sin la librería Castillo, pues luce muy vacía y sobre su labor como editor, dijo que había muy pocos como don Alfonso, que era un apasionado de su oficio, pues actualmente se están perdiendo las viejas profesiones.
“Para trabajar el libro hay que recibir los manuscritos, leerlos, corregirlos, formarlos en una pantalla, revisar las fuentes, seleccionar las portadas y sus colores e imágenes; escribir las cuartas, medir los lomos, revisar archivos de impresión, enviar a placas, imprimirlos mientras el olor de la tinta se tatúa en el papel.
“Guillotinar ese papel, hacerlos cortes a caballo o sencillos; intercalar las hojas, calar con portadas, troquelarlas, pegar el libro, peinar los bordes, enviarlos a bodega, preparar los ojos para verlos por primera vez, organizar boletines de prensa, convencer a compradores en las librerías, dotar las mesas de novedades, enviar los libros a periodistas y críticos.
“Despedir los libros cuando los primeros lectores como con el pan, se acercan por la tarde a llevárselos para su jornada lectora de hoy, mañana, o dentro de 50 años cuando recuerden que hace mucho saliste pasar por la calle Morelos aturdido y pasaste por la librería Castillo y tomaste uno de los ejemplares del Crimen de la Calle de Aramberri y te interesante que hace muchos años ya, en esta ciudad había ocurrido un crimen, esto es trabajar el libro”, expresó Ramos.
Em seguida, Treviño Villarreal leyó un editorial que salió publicado hace tiempo, en el cual hace una semblanza del hombre que en el próximo mes de mayo cumplirá 80 años.
“Su amor por la música y su carácter bullanguero lo llevaron a incorporarse como baterista en un conjunto musical y le dio duro a las tocadas en su ciudad natal y sus alrededores.
“Atraído por el espectáculo, a los 14 años de edad trabajo como payaso y trapecista en el circo Mérida -¿te acuerdas Alfonso?- sintiéndose en su elemento, pues soñaba con ser una estrella en ese medio, pero, un pero al fin, los ardores amorosos de la adolescencia lo hicieron enamorarse de Emilia, la contorsionista, estrella principal del circo; pensó en raptarla, escaparse con ella pero los patrones se enteraron y pistola en mano lo hicieron desistir de sus propósitos”, leyó Héctor Jaime entre las risas del público.
Narró que luego de salir del circo, el joven Alfonso trabajó en la industria farmacéutica y por un tiempo trabajó como mecánico. Después decidió ir a la capital del país a probar fortuna y el destino lo llevó a trabajar a la Editorial Iztlaccihuatl donde empezó como barrendero, pero eso no impidió que su curiosidad e interés lo encausara hacia los libros, como un amor a primera vista que lo atrapó para siempre.
Por su parte, Jeannette Clariond, la fundadora de Editorial Vaso Roto recordó cuando solía visitar la librería Castillo con sus hijos pequeños, en la que entabló relación una relación de amistad con Olivia, la esposa del editor, quien le fiaba libros.
“Olivia estaba en la caja registradora, ella me daba plazos. Yo se lo pedía, me miraba, reflexionaba y me decía: lo consulto con Alfonso; hicimos un acuerdo: yo haría mis pagos puntuales y ella mantendría el secreto.
“Los recuerdo a los dos subiendo y bajando cajas en el Mall del Valle mostrándome las novedades, acariciando las cubiertas y los lomos de los ejemplares que recién desempacaban. Castillo nos ahorraba el viaje, y nos permitía acceder a títulos que de otra manera nos resultaban inalcanzables. su logro fue formarse como lector y separar el arte de la empresa”, destacó Clariond.