México, D.F.-
El uso indiscriminado de fármacos antiinflamatorios no esteroideos (Aines) es un problema de salud, pues al ser desechados del cuerpo terminan en la red de drenaje y desembocan en ríos, lagos y presas, alertó la científica Marcela Galar Martínez.
Explicó que la presencia de los citados medicamentos en estas aguas provoca efectos tóxicos en los organismos acuáticos que constituyen los primeros eslabones de cadenas alimenticias.
La especialista del Instituto Politécnico Nacional (IPN) detalló que se analizó el naproxeno, diclofenaco, ibuprofeno, ácido acetilsalicílico y ketorolaco, que se incorporan a las especies de agua tras desecharse del cuerpo humano mediante la orina y las heces.
“Desafortunadamente, no existen suficientes plantas de tratamiento y muchos de los procesos no eliminan ese tipo de fármacos”, insistió en un comunicado.
En colaboración con especialistas de la Universidad Nacional Autónoma del Estado de México (UAEM), la investigadora de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas (ENCB) descubrió que los efectos tóxicos de los Aines producen estrés oxidativo.
Además de daño a proteínas y lípidos, citotoxicidad (muerte celular) y genotoxicidad (deterioro del material genético) de la carpa común (Cyprinus carpio).
“El Estado de México se ubica en la punta de la producción de carpa en el país y ocupa los primeros lugares en el mundo, por ello un impacto ecológico contra esa especie tendría repercusiones económicas y en la salud de los consumidores”, puntualizó.
La también miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) nivel II expuso que aunque la línea de investigación se ha enfocado en la salud del ecosistema, el ser humano forma parte del hábitat y el impacto en un eslabón de la cadena nutritiva termina por dañarlo.
“Estos son efectos tempranos, pero se pueden presentar daños a largo plazo en la reproducción de los peces, justamente por el deterioro de su material genético”, expuso.
Refirió que en el laboratorio de toxicología acuática se analizan peces juveniles, con tallas de entre cinco y siete centímetros, y se adicionaron a las peceras concentraciones equivalentes a las que se encuentran en los cuerpos de agua de ríos, lagos y presas para conocer con exactitud la toxicidad.
Luego se exponen los organismos a esas aguas de forma subaguda y posteriormente se realiza una batería de biomarcadores (medidas en los niveles molecular, bioquímico o celular) a fin de evaluar el estrés oxidativo, la cito y genotoxicidad.
Al mismo tiempo, explicó, se han hecho pruebas en la Presa Madín, en el Estado de México, en muestras de efluentes de hospitales e industrias para determinar la cantidad de medicamentos desechados.
Como parte de la misma línea de investigación, recientemente iniciaron estudios en la especie Danio rerio (pez cebra) a fin de evaluar efectos tóxicos de los citados fármacos en embriones y malformaciones congénitas.
Con base en los resultados, la investigadora hizo un llamado a las autoridades sanitarias para que busquen regular el uso de medicamentos, ya que el índice de automedicación es muy alto en el país y sus descargas al drenaje pueden generar daño a ecosistemas y poner en riesgo la salud de la población.
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