Monterrey, N.L.-
La ciencia necesita de públicos, de testigos para ser creíble, señaló ayer el investigador científico español Antonio Lafuente, en su participación dentro de la Cátedra Alfonso Reyes del Tecnológico de Monterrey con su ponencia “Ciencia y ciudadanía”.
Al inicio de la conferencia, el director del Laboratorio del procomún en el MediaLab Prado de Madrid, citó a Helga Nowotny, la académica alemana que sostiene que la ciencia no puede sobrevivir sin los públicos; que los científicos necesita la complicidad de la ciudadanía y de los otros habitantes que debido a su condición marginal, no son considerados como ciudadanos, pero están ahí.
Refirió que aquellos que practicaban la ciencia experimental tenían que hacerlo de manera clandestina, ya que no les era permitido hacerlo en la universidad, por ejemplo.
“Quienes hacían experimentos, los tenían que hacer en sus casas, tabernas o salones. La Universidad les estaba vetada: y para hacer que fueran creíbles, para defender el proyecto de la ciencia experimental, tenían que hacer cosas divertidas y atractivas y hacerlas delante de testigos que certificaran que aquello no era magia, sino que era una cosa nueva y distinta que ahora llamamos ciencia.
“Así que los públicos en el origen de la ciencia, son convocados como testigos; son imprescindibles para la construcción de una cultura favorable, proclive al despliegue de la ciencia experimental. Sin los públicos, nunca habría habido ciencia”, argumentó Lafuente.
Por otro lado, destacó una reflexión que hizo la autora Isabelle Stengers sobre el ensayo que escribió Galileo Galilei titulado “Diálogos sobre los dos máximos sistemas del mundo “ acerca de la arrogancia de los científicos, al sentirse superiores al resto de la población.
En este, aparecen tres personajes ; Salvatti, quien es defensor del sistema coopernicano y representa la visión de Galileo y es conocido como “el académico”; Simplicio, es quien aboga por el sistema de Ptolomeo y Aristóteles, y Degredo, quien es el que representa la visión neutral de quien busca ala verdad sin pertenecer a ningún dogma.
“Este es un dialogo entre tres personajes: uno es un moderno, descarado ,radical, que no hace ninguna concesión; el otro es un antiguo, un tradicional, alguien que se siente amenazado por la deriva de la cultura experimental de la ciencia moderna y un tercer personaje que es un diplomático que opera como un mediador entre los dos, pero que está ahí como un falso tercer actor para dar la razón al moderno.
“Entonces Stengers se pregunta que porqué la ciencia para avanzar como cultura que merece la pena tener respeto ¿por qué necesita ridiculizar a los que no saben? ¿por qué los ha convertido en carne de cañón? ¿por qué los ha convertido en inútiles sociales? ¿por haber cometido el único delito es el de no saber?”, apuntó.
Dijo que las fronteras entre lo privado y lo público se han hecho tan porosas y a veces tan indistinguibles, que ya no se sabe para quien trabajan los expertos.
“Le habíamos encargado a los expertos que cuidaran de lo público, le habíamos regalado el mundo para que ellos lo construyeran al servicio del bien común y de pronto esa fe, esa confianza, esa inocencia, esa ideología entro en crisis y ya no estamos seguros”, afirmó el investigador.