Cd. de México.-
Inspirada en el retrato de vida de la emperatriz de la canción mexicana, Lucha Reyes, que hizo la escritora Alma Velasco en su novela “Me llaman la tequilera”, la actriz Blanca Guerra, la cantante Astrid Hadad y la propia Alma Velasco develaron anoche una placa por el fin de temporada de la puesta en escena “La tequilera”.
En el Teatro Juan Ruiz de Alarcón del Centro Cultural Universitario, al sur de esta ciudad, el montaje que cuenta con la dramaturgia de Ximena Escalante y la dirección de Antonio Serrano, es una adaptación que revisa el legado de la cantante jalisciense, ensombrecido por el alcoholismo, en medio de su búsqueda por hacerse un lugar en el gremio musical en la época de oro del cine mexicano.
Al tomar la palabra, Astrid Hadad expresó su beneplácito por este extraordinario montaje con el que dijo, se le hace justicia a Lucha Reyes (1906-1944), “porque fue un personaje que estuvo olvidado durante mucho tiempo, al grado que hoy, tampoco tiene una estatua en Garibaldi”.
Para Hadad, Lucha Reyes fue una mujer que desafió la moral de su época y que se atrevió a cantar de una manera distinta la canción ranchera y destacó que su arte, es un ejemplo a seguir.
Por su parte, la actriz Blanca Guerra celebró la puesta en escena, así como el tributo que se le hace a Lucha Reyes, mientras que Alma Velasco se dijo emocionada y dejó en claro que el legado y vigencia de la cantante tapatía continúa vivo y vigente.
La agonía de Lucha Reyes, quien con sólo 38 años decidió quitarse la vida, atormentada por la soledad, el desamor, la frustración de no poder ser madre, así como por una sociedad que, aunque aplaudió su voz nunca comprendió su humanidad, se hacen presentes en este montaje donde el vacío existencial de la cantante es evidente.
Daniela Schmidt es la actriz que da vida a Lucha Reyes, y desde el inicio de la obra se apropia del personaje, al tiempo que le imprime guiños dramáticos o cómicos al emular la voz rasposa y ese falsete tan particular de la diva.
Por espacio de dos horas, la obra transcurre entre canciones emblemáticas y fragmentos biográficos, además de que la propuesta se desarrolla en dos planos, el teatral y el cinematográfico que mediante un par de cámaras que se mueven todo el tiempo sobre el escenario, y cuya imagen se proyecta en una pantalla colocada en la parte superior del tablado, permite un “big close up” a las emociones de los personajes.
“La estrella, la reina de la canción mexicana…”, le dice un productor a Lucha Reyes en una de las escenas de la obra, mientras ella se encuentra sentada en sus piernas. Ella le agradece sus atenciones con la ternura de una niña.
El hombre prosigue, ensalza las presentaciones por todo México; la elogia también por los contratos que no paran para preguntarle al final: “¿Qué sigue en tu carrera, Luchita?” Ella mira hacia el techo del teatro y ensoñada responde, “el extranjero”.
La reconstrucción que Ximena Escalante hace de la vida de Reyes parte desde sus primeros días; la infancia de una pequeña solitaria que sobrevive al lado de una madre alcohólica y casi ausente, quien le muestra la dureza del mundo.
A partir de flashbacks cinematográficos, en la puesta en escena Antonio Serrano entrecruza estos recuerdos antiguos de la niña y la cantante primeriza, de 13 años, con los de la mujer que se encuentra en la cúspide de la fama, en una época en que la sociedad dictaba categóricamente el lugar de las mujeres.
La obra también retoma sus giras por Estados Unidos y el mundo, además de su trabajo con otras artistas como las hermanas Ofelia y Blanca Ascencio.
A partir de recursos multimedia y de un escenario móvil que se transforma en cantina, en la casa de infancia o en set de grabación, Lucha Reyes atraviesa, botella en mano, los días de la Primera y Segunda Guerra Mundial, la era dorada de la música ranchera y el cine nacional mientras desafía toda norma social con su radical estilo de vida en pos de la grandeza absoluta o de su propia autodestrucción.
La trama central en la biografía de Lucha Reyes fue el abandono, algo pasó en la trayectoria de su vida que constantemente todo lo que amaba o necesitaba se fue. O se cayó. O, simplemente, se olvidó de ella.
A la niña Lucha Reyes la dejó su madre, a la mujer la divorciaron sus cuatro maridos, a la artista bohemia la traicionaron sus amigos, a la cantante el éxito le hizo pésimas jugadas y hasta su propia voz la amenazó con despedirse en dos trágicos episodios que, paradójicamente, la empujaron a la fama.
Pero la cantante supo arreglárselas con esta triste tendencia al abandono porque, aunque terminó como un destino irreversible, durante años aprendió a sobrevivir con sus tres fieles protectores: el alcohol, la música y el hambre.
Todos estos aspectos son mostrados en este brillante montaje que desde el primer minuto, atrapó las miradas de un foro que registró una muy buena entrada.
Al montaje se suman los actores Carolini Politi, Mauricio Isaac, Néstor Rodulfo, Paulette Hernández, David Medel, Arantza Ruíz y Arturo Barba. Ensamble: Ana María Aparicio, Cosette Borges, Gerardo Sagar, Michell Amaro y Joaquín Herrera.