Zapopan, Jal. / Ene. 28
Base Aérea Militar 5, Zapopan, Jalisco… Supo por sus superiores que el día más esperado, el día para saber si tenía el temple de los futuros pilotos de combate, estaba muy cerca.
Por eso siguió la tradición de todos los que cursan el primero y segundo años en el Colegio de Aire de la Fuerza Aérea Mexicana (FAM) y elaboró su manta con un saludo al cielo, agradecimiento a sus instructores, a sus compañeros y, en especial, a su familia en Oaxaca, de donde vino para ser piloto militar.
La cadete Andrea Cruz Hernández, con sus esmirriados 19 años, sonrisa luminosa y empeño a prueba de paparazzis, preparó su maletín de vuelo, para convertirse en la primera mujer piloto de la FAM.
Metió su bitácora, sus manuales y bendiciones, y poco antes de las 10:30 de la mañana, se unió a otros 19 estudiantes , que a paso veloz y cantando exhortos de la FAM cruzaron los dormitorios y entre flashazos y paneos televisivos, entraron al aula de preparación del vuelo.
Una sola palabra llenaba ya el aire: ¡Andrea!… ¡Andrea!… ¡Voltea para acá!… ¡Andrea!…
En el salón repleto de prensa y cadetes, el instructor de vuelo abrió fuego sobre ella, como para irla tropicalizando.
“Cadete Andrea, díganos, ¿cuáles son los peligros de los que debemos cuidarnos y qué debemos hacer al despegar?”
De pie, concentrada, contestó: “Hay que cuidarse de las aves que pueden chocar con el aparato, de los vientos cruzados, de una mala decisión o una lectura equivocada de los instrumentos; todo debe ser revisado y verificado siguiento los procedimientos”.
¡Siéntese!, le ordenó.
Después, en grupo, los cadetes salieron del aula a la pista.
Otra vez el asedio a la cadete:
—¿Nerviosa?
—Algo, un poco.
—Es tu día, Andrea… ¿No?
—Eso parece.
—¿Esperabas esto?, ¿todo esto?
Dice que no, y sonríe y la sonrisa causa otra andanada de fotos y cámaras y micrófonos.
Sus jefes le llaman, se la llevan aparte y la alejan de la prensa que busca cada gesto suyo, cada palabra y cada ángulo como se busca a una reina del pop.
Pero en unos minutos más, Andrea no será ninguna diva; será Venus, distintivo con el que la identifican en la torre de control y que va dibujado en la manta atada a uno de los escalones del Bonanza F33-C, matrícula EBA-6431, que le asignaron.
A las 10:48 de la mañana, Venus tuvo alas para ella sola y tras recibir la autorización de sus superiores, aceleró, elevó la nariz de la nave, subió el tren de aterrizaje y se perdió en el horizonte por unos minutos.
El regreso fue venturoso. Dos toques a tierra (aterrizajes) y un descenso definitivo, tal como estaba planeado.
Le quedan dos años más en el Colegio del Aire. Le falta pilotear aeronaves como el Aermacchi, y después el PC-7 Pilatus.
Se graduará como subteniente y la asignarán a un grupo o escuadrón en alguna parte del país.
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